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miércoles, 2 de marzo de 2011

Chez Eric

Me estoy quedando calvo, la genética es así de puta. Durante un tiempo hice como que no, que no pasaba nada pero desde hace dos o tres años, cada vez que paso por un ascensor de esos que tienen espejos enfrentados, veo como una creciente tonsura se va adueñando de mi cabeza. Dice mi cuñado, que va sobrado de experiencia en este tema, que tengo suerte porque me viene "de atrás hacia adelante" y yo me digo para mi que eso es como aquello de la suerte del enano que fue a cagar y se cagó en la mano. No debería pillarme desprevenido dado que mi tío-abuelo es calvo, calvísimo, como Rubalcaba más o menos, y que mi abuelo no venía teniendo lo que se dice "un melenón", de hecho tenía el pelito justo. Mi padre no, el jodío tiene pelo pero a mi me ha tocado. No quiero hacer un drama de ello, ni cometer excentricidades ni excesos cosméticos pero reconozco que el tema me jode un rato y que a veces me iría al sitio por donde ha pasado José Bono a que me hagan un trabajo similar. Esto viene a cuento de que quería hablar hoy de los negocios más populares aquí en Nantes. Son tres, las panaderías, las peluquerías y los laboratorios de análisis clínicos. Después están las farmacias pero yo creo que hay menos que en Pamplona.

Las panaderías o boulangeries, que decimos los franceses son prácticamente una seña de identidad nacional y estoy convencido de que forman parte de la grandeur. Todas sin excepción fabrican una gama de panes de lo más variopinto, todos buenísimos y tienen un surtido de bollería que parece ser un estándar popular y que está constituido por los famosísimos croisant, el pain au chocolat, que es una napolitana con chocolate y el pain aux racines, que es lo que nosotros llamamos caracola. Esto mismo lo hay en España pero así como en nuestra tierra en unos sitios son mejores y en otros peores, en Nantes la bollería es deliciosa en cualquier panadería a la que uno vaya.

El petit dejuner está muy rico pero engorda que te puede dar algo

El otro negocio de referencia son las peluquerías. Es acojonante, no había visto tanta peluquería junta en mi vida. En 200 metros calle arriba y calle abajo de donde vivo debe haber como cuatro y no es que viva yo en el barrio de las peluquerías, el modelo se repite por toda la ciudad. Uno puede pensar que con tanta competencia los precios serán bajos pero eso sería no entender el sentido francés de la vida. Salvo ofertas temporales y puntuales, en todas las peluquerías se paga más o menos igual, aquí no vale amenazar con que te vas a la otra que está a 35 metros y medio porque da igual y el peluquero lo sabe. Yo creo que luego hay peluquerías de más glamour que cobran más que las otras. En mi caso particular me he hecho cliente de Eric Coiffeur, un local atendido por el propio Eric y dos mujeres, una de las cuales estimo debe ser su señora. La peluquería se ubica en un local limpio y luminoso frente al Parc du Prozec y está dividida en dos áreas bien diferenciadas, una para mujeres y otra para hombres. Será la costumbre en el país porque los peluqueros no parecen ser moros, ni ellos ni la clientela. La primera vez entré, acompañado por Guillermo, así como por casualidad, por probar. Total para hacerse un corte como el de Guardiola siempre está uno a tiempo. Eric es un tipo de apariencia un tanto extraña y edad poco definida aunque yo diría que ya cumplió los cincuenta. Lleva bigote y un pelo largo y muy trabajado que se adivina más bien escaso. El trato fue muy agradable, Eric se hizo cargo de nuestra condición de extranjeros y facilitó la comprensión por encima de las barreras del idioma. Al final nos dio unos catálogos en los que, con escaso convencimiento, señalamos el modelo de peinado que nos pareció más atractivo. Eric se puso manos a la obra. Fue un trabajo larguísimo y extremadamente minucioso, parecía que nunca iba a terminar. Ahora corto aquí, ahora allá, que si la cuchilla, que si la máquina. Finalmente el peluquero mostró su obra que así de primeras no pintaba nada mal. Pero no fue hasta llegar a casa que me di cuenta de las habilidades de mi peluquero: ¡Eric había hecho desaparecer mi calva, no estaba, no se veía! Era fascinante, había recolocado mi pelo de manera que ya no se notaba la ausencia del mismo. Este mágico efecto se prolongó durante varias semanas al cabo de las cuales mi pelo había vuelto a crecer y exhibía nuevamente sus carencias. Es fácil comprender que me he enganchado a chez Eric y que ya no pienso cambiarme de peluquería hasta que lo mio ya no tenga remedio o me haga un apaño como el de Bono. Cada vez que voy le felicito efusivamente y le digo que es un artista, yo creo que un día de estos debería besarle las manos y regalarle una botella de calvados. Por su parte Guillermo quedó también encantado con aquel tipo raro pero amable, que le había hecho el mismito corte de pelo que lleva Justin Bieber, que es lo que llevan todos los jovencitos franceses y lo que a él le gusta, aunque nunca lo reconocerá.

Justin con el mismo corte de pelo que Guillermo


El tercer negocio en orden de intensidad son los laboratorios de análisis clínicos. Los hay a puñados, ningún barrio sin su laboratorio de análisis clínicos. Yo todavía no me he hecho ninguno pero casi me entran ganas por ver cual es el atractivo de estos locales tan populares. Ya contaré si es el caso.

2 comentarios:

  1. La falta de Prozac te está afectando, no es parque Prozec es Procé.

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  2. Dile a G que como reincida en el corte de pelo "niñopijogilipollasquesecreeestardevueltadetodoycondieciseisañospublicaunabiografía" le retiro la palabra.

    Por cierto, hay otra solución para "lo tuyo" y parece que el tal Eric es la que aplica. Anasagasti's techniques creo que se llama...

    P.D. Sin acritud, que yo también me sacaré tarjeta de socio preferente de ese distinguido (y nutrido) club

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