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jueves, 24 de febrero de 2011

El hombre medicina

Excepto mi estimado J y dos o tres tíos raros que andan por ahí, lo habitual viene siendo que los hombres no vayamos al médico salvo que nos sintamos realmente enfermos. Dicen que una de las razones por las cuales los hombres casados tienen más esperanza de vida es porque sus esposas les obligan a ir a la consulta médica y al dentista de vez en cuando. A mí me pasa, si bien en la mayoría de las ocasiones suelo aplicar la receta de ignorar el dolor/molestia hasta que se me pasa o me muero. De momento no me he muerto pero si así fuese he de decir que el dolor cesaría igualmente, es una apuesta segura. Tengo para mi que este comportamiento que muchos clasificarían de bárbaro, inconsciente o, directamente, gilipollas, está motivado porque siendo mi padre médico nunca estuve habituado a utilizar este servicio. No es que mi padre estuviese especialmente volcado en dispensar atenciones profesionales a sus vástagos pero el tener al médico en casa da una tranquilidad, la propia de quien sabe que no tiene que ir al ambulatorio ni esperar colas ni nada de eso. Claro, esto era en otros tiempos. Ahora mi padre que siempre fue buen socialista y últimamente ejerce de ciudadano modelo, pide hora, va al ambulatorio, guarda cuanta antesala sea necesaria y al final le echa unas flores a la sanidad pública. Eso sí, cuando le tocan las narices advierte de su condición gremial.

Desde que tengo hijos me he vuelto consumidor de sistemas de salud varios. He probado el nacional de Madrid, el belga, el de Estados Unidos, el nacional de Navarra y ahora estoy con el francés. Bueno, el de nacional de Navarra no lo llegué a probar porque un par de veces que me dio por ir al médico (azuzado por P) para que me mirasen los cánceres varios, utilicé un seguro privado que nos financiaba la empresa de P. Fue curioso. Fui a que me diagnosticasen de una vez el cáncer de próstata a la Clínica San Miguel, donde controlan a los jugadores del Osasuna, un equipo de fútbol formado por parapléjicos existenciales especializados en mortificar a los seguidores del Real Madrid. Me hicieron unos análisis de marcadores tumorales en sangre, me recetaron no sé qué mierda de antibióticos que se me olvidó tomar al tercer día y jamás conseguí que me hiciesen una exploración de la glándula en cuestión ¿todo el mundo sabe cómo se hace, no?, así que como los marcadores me dieron negativo llegué a la conclusión de que el cáncer estaba todavía muy pequeño. La otra aventura medicinal consistió en una revisión de mis carnes morenas por ver si había debutado ya el cáncer de piel que P me ha pronosticado como resultado de mi alocada exposición a los rayos solares. En este caso fui a LA CLÍNICA, un lugar en el que los médicos hablan con Dios y que en los papeles se llama Clínica Universitaria de Navarra pero que todo el mundo conoce como LA CLÍNICA. Bien pues a menos que el cáncer esté prosperando en mis partes pudendas al abrigo del calzoncillo va a ser que tampoco tengo nada, lo cual me reafirma en mi línea terapéutica de ignorar estos asuntos. Mi abuela lo hacía así y vivió hasta los 92 años, que habiendo nacido en el siglo antepasado (sí, sí, en el XIX) y habiendo pasado una guerra y varia hambrunas no está mal. También me reafirma la idea de que en Navarra hay partes del cuerpo que no existen, al menos para la medicina privada.

Truco al que recurrió un navarro para que le hiciesen un tacto de la próstata. Casi lo consigue, lástima que el médico le pidió que dijese 33 y él no tuvo más ocurrencia que responder con una sonora ventosidad. Ahora vive en Logroño.


En Estados Unidos si eres blanco, téngase en cuenta que el color no reside en la piel sino fundamentalmente en la cartera y en la cuenta corriente, y tienes un seguro médico de lujo porque te lo paga la multinacional para la que trabajas, la sanidad es maravillosa. Si eres negro, insisto en lo de la ubicación del color, te dan por saco. Sorprendentemente esto trae sin cuidado a la mayoría de los americanos medios y a los que apoyan al movimiento Tea Party, ese que les gusta tanto a J y a Esperanza Aguirre, les parece incluso atentar contra su libertad que haya sanidad para todos. A ver si un día J nos lo explica porque a Espe le acaban de operar (¡en la sanidad pública!) y no está para tonterías. 

En Francia hay sanidad universal en régimen de copago y por supuesto, darse de alta es una tarea complicada y laboriosa que lleva asociadas remesas de impresos y documentos de variado pelaje. Siempre se cuenta con la inestimable colaboración del servicio francés de correos, que hasta la fecha nos ha extraviado dos envíos de cuatro (no es una licencia poética sino un dato real) y con los siempre avispados, pizpiretos y proactivos funcionarios franceses que en dos meses de nada te han despachado el impreso de solicitud. El tema consiste en presentar una solicitud de adhesión al servicio de salud. Sólo para recibir la prestación, cobrártelo te lo cobran directamente y sin preguntar, te lo retienen de la nómina. Al cabo de unas semanas te llegan unos impresos que tienes que rellenar y enviar de vuelta con un certificado de nacimiento, copia de pasaporte y fotografía. Una vez más, para cobrártelo no hace falta nada de esto. Una vez enviado este material, si tienes suerte y un cartero borracho (tampoco es licencia) o una huelga no se interponen entre tu sobre y su destino, en un mesecillo tienes tu tarjeta de la seguridad social. A continuación hay que repetir la operación con la mujer y los hijos, lo cual se viene a llevar otros dos meses adicionales. El caso es que después de seis meses en el país todavía no hemos conseguido regularizar la situación sanitaria de la familia, aunque progresamos adecuadamente.

Cuando vas al médico, eliges al que te venga en gana. Al acabar la consulta le tienes que pagar y él/ella pasa la tarjetita sanitaria por una máquina que se conecta con la seguridad social y hace que te reembolsen en tu cuenta corriente el 80% del dinero que has pagado. Todo muy simple. Conste que los belgas hacían exactamente la misma gilipollez pero bueno, al menos esos tienen fama de tontos pero estos son los listos de Europa

Mi médico es un tipo que me saca tres palmos, uno de lato y dos de ancho - un palmo por la derecha y otro por la izquierda- y su principal gracia reside en que habla inglés más o menos. Con estas dimensiones totémicas me sugiere mucho que más que el médico es el "hombre medicina" que decían en las películas de indios. Mi médico es un tipo amable que parece sentirse obligado a hacerte mucho caso, a sonreirte mucho y a dedicarte un tiempo, que no tiene prisa. Esta actitud parece ser la habitual entre los médicos franceses. Lo digo porque no es el primero con el que trato, es más, la que me hizo la revisión del trabajo era igual, sin prisas, mucha sonrisa... Es un poco desconcertante cuando estás acostumbrado al trato en general más distante, industrial diría yo, de la sanidad española. Piensas que están a punto de comunicarte que te quedan tres meses de vida entre grandes dolores. La parte mala de tantas atenciones es que, cuando llegas a tu hora a la cita, todavía te toca hacer no menos de 45 minutos de sala de espera. No pasa nada porque en general en este país no hay prisa para casi nada. Los parisinos creo que andan siempre corriendo como los de Madrid pero desde luego en Nantes ni por asomo.

Debo decir que de todos los sistemas sanitarios que he probado el mejor sin duda y de largo es el de Madrid. Lo mismo el de Castilla La Mancha es igual o mejor que el de Madrid pero no lo sé porque no lo he probado. Es profesional, sencillo en sus trámites, rápido y eficiente. Yo creo que si los madrileños abusasen menos de las urgencias y el personal subalterno, pero el muy subalterno, fuese un poquito más educado, sería como de otra galaxia de puro bueno. Y con más medios pues todavía mejor, claro.

2 comentarios:

  1. No vale criticar la sanidad navarra si solo has usado la privada, la publica es bastante competente y no engañan las listas de espera enviando a la gente a clinicas privadas para operarse, me consta que esto es una práctica habitual en Madrid.Pero bueno, que ya sabemos que para ti todo lo navarro....

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  2. Yo solo puedo decir una cosa. No sus pongáis malos payos!

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