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martes, 22 de noviembre de 2011

La espinilla

ATENCIÓN, EL CONTENIDO DE ESTE POST ES MUY COCHINO Y PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD DEL MÁS PINTADO. ANTES DE SEGUIR ADELANTE PIÉNSATELO DOS VECES. EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR.



Yo de joven tenía espinillas. Como todos. No era una barbaridad pero alguna sí que me salía de vez en cuando. Me cuentan, aunque no puedo dar testimonio de ello por haber estudiado en la escuela pública y ser de familia recalcitrantemente laica, que los curas lo relacionaban con la práctica del onanismo. Supongo que de ser esto cierto, el ratio manola/espinilla debería variar de unos individuos a otros porque no todos teníamos la misma cantidad de granos mientras que estoy convencido que de lo otro íbamos todos servidos al límite.

No sé si el acto de estrujar las espinillas por la base para deleitarse contemplando como revientan y su contenido blanco de consistencia mantecosa escapa al exterior es algo aprendido o si se trata de un instinto natural. Sed sinceros, ¿quién no se ha regodeado reventándose una espinilla? En los casos más floridos, la extracción de la pasta blanca va seguida de un poco de sangre quedando como testigo del prodigio un pequeño orificio que al cabo de unas horas se cierra como si nunca hubiese pasado nada. Hay espinillas duras y espinillas blandas. Hay espinillas que duelen y la que les aplicas un poco de presión revientan con estruendo. Hay otras que duelen pero no quieren salir y cuando por fin te deshaces de ellas provocan un intenso placer. Hay en fin un variado catálogo de espinillas y cada persona tiene sus preferencias. A mí sobre todo me gusta que quede el agujero después de sacarlas.

Con el paso de los años, lentamente y sin que se de uno cuenta, la cosecha propia va escaseando y aunque siempre quede algo, no da mucho juego. Es entonces cuando se empiezan a atacar las espinillas del prójimo, dependiendo de la adicción que se tenga al estruje y del nivel de confianza que exista con el criador de espinillas. Yo no le tengo mucha afición a las espinillas ajenas pero no soporto las propias. Últimamente había criado yo una espinilla en la espalda. No la veía pero la notaba. Era una espinilla gorda y chula, muy dura, que me hacía burla desde su privilegiada ubicación consciente de que mis dedos no tenían ángulo para reventarla. La figura número 1 muestra la espinilla de mi espalda en su plenitud.

Figura 1.- La espinilla de la espalda en su plenitud. Obsérvese la forma de cráter y el poro tapado y ennegrecido del centro.
No se imaginaba la espinilla que por los alrededores rondaba P, adicta a reventarlas, que no tardó en descubrirla.

La espinilla era dura, fuerte y noble y presentó batalla. De hecho fueron necesarios varios embates y una colección de falsos vaciados para acabar con ella. Lo malo es que en cada sesión yo sufría porque me clavaban las uñas y se me producían dolores y malestares en general.

La cosa pasó a mayores el día que P, aduciendo que el pequeño ente cabroncete había desarrollado una película de piel tan fina como resistente tras la que se parapetaba, se pertrechó con diversos objetos punzantes colocándose a mi espalda. Yo la dejaba hacer (más me vale) no siendo posible distinguir entre pinchazos y apretones.

Hace dos noches, mientras me lavaba pacíficamente los dientes, fui nuevamente atacado por la loca de la espinilla. Tras un primer estrujamiento en frio, se armó la revientaespinillas de unas tijeras y me dijo aquello tan manido a la par que inquietante de "estate quieto, tonto", y se puso manos a la obra.

Pronto conoció la diestra el éxito que recibió con un aullido de placer. La espinilla parecía entregar su contenido, la había pillado desprevenida. Cogió P la cámara, vivimos rodeados de ellas, e inmortalizó el épico momento según se muestra en la figura 2.

Figura 2.- La super-espinilla comienza a rendir su contenido

La espinilla estaba en realidad siguiendo su táctica habitual de dar un poquito para que la dejen en paz pero P es revientaespinillas experiemntada y no se deja engañar fácilmente. Tras unos cuanto estrujes más llegó a la situación que se presenta en la figura 3.

Figura 3.- La espinilla tras una segunda sesión de estruje. Obsérvese el elevado rendimiento. Atención también a las marcas de alrededor, han sido producidas por las uñas de P clavándose en mi espalda (todavía duele cuando me acuerdo).

Esperando que la extracción terminase con una ligera sanguinolencia al final de la manteca, P siguió a lo suyo, ajena por completo a mis gritos, súplicas y promesas de una vida mejor en caso de ser liberado. La perseverancia suele tener premio y la espinilla rindió tanto como jamás habíamos imaginado tal y como puede observarse en la figura 4.

Figura 4.- Máximo nivel de churri extraído de la superespinilla. Ya no sentía las uñas

Cuando se convenció de que no quedaba más relleno y de que por mucho que apretujase no iba a salir más de ese ectoplasma blanquecino fui por fin liberado de mi servidumbre y autorizado a ir a la cama a reponerme. Antes de cerrar el kiosko tomamos una fotografía para tener el "antes y después del chocolate" y así maravillarnos y solazarnos con la contemplación de lo voluble que es la naturaleza. El resultado de este experimento de extracción aparece en la figura 5.

Así todo, aquí ofrezco la narración de esta experiencia invitando al respetable a que realice sus propias aportaciones escatológicas.

Figura 5.- Estado desinflado y triste en el que quedó la otrora orgullosa espinilla de mi espalda tras el encontronazo con P. Ya no ha vuelto a levantar cabeza.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Me encanta el glamour de los amigos de Carlos!!! Esto es una espinilla y lo demás son tonterías.

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  3. Visto lo visto y dado que he sabido que "Carlos" ha visto herida su sensibilidad, he decidido empezar a trabajar en otro proyecto de este mismo estilo gore. He pensado titularlo "Plantando pinos" ¿qué os parece?

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