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sábado, 26 de noviembre de 2011

La boulangerie

Si me preguntáis qué es lo más típico, cracterístico, representativo de Francia os responderé que sin duda las boulangeries. Hay en este país muchas cosas buenas y agradables, con una bien merecida reputación de delicatessen. Algunas no tanto, ya comenté en su día desde este mi humilde blog que lo del vino francés es pura fachada en su mayor parte y que el nuestro en general vale mucho más costando mucho menos. Las boulangeries no, esas son todas buenas. Hay muchísimas, todos los barrios tienen como mínimo dos, supongo que para turnarse en vacaciones y en todas se puede encontrar un pan delicioso, recién hecho porque todos amasan y hornean, siempre tienen bollería, vienoisserie que dicen ellos y la mayoría ofrecen un catálago más o menos extenso de pastelería fina. En nuestras ciudades de España suele haber referentes de que tal o cual sitio hace un pan muy bueno o que tiene una bollería estupenda. Incluso hay quien hace trayectos de cierta consideración para comprar en estos lugares destacados. Aquí no, aquí sabes que en cualquier boulangerie hay un género estupendo. Los franchus, de natural chovinista, están muy orgullosos de su bollería.

Un buen día, en sus andanzas nantesas, P conoció a una panadera. Fue cerca del colegio de los niños. Guillermo, que es un pozo sin fondo, reclama habitualmente comida cuando sale de sus clases. Para calmarle el ansia viva y que no la emprenda con la pierna de su hermana o el mobiliario urbano su madre le solía llevar a una panadería cercana. Parece ser que un día decidió cambiar de proveedor para probar con otra de imagen más aparente, tambien en la zona, que se llama "Confiture de lait" y que por si le interesa a alguien, se encuentra en el número 135 del boulevard Jules Verne. Confiture de lait significa "dulce de leche", que es esa cosa que hacen los argentinos con leche y azúcar que está bastante buena. Pues al parecer la panadera, al escuchar que los recién entrados hablaban en español, se identificó como hispanohablante. Verónica, que así se llama, resultó ser una joven argentina, de familia judía (ella no ejerce), que ha vivido bastante tiempo en España, concretamente en Madrid, y que se dedicó al mundo de la hostelería, yendo a parar al restaurante de Berasategui en San Sebastián donde dio a conocer a Ciril. Ella trabajaba en sala y él en cocina, especializado en repostería. Pues nada, lo que son esas cosas, se conocieron, se gustaron, se liaron y se casaron y de resultas de ello terminaron en Nantes montando una boulangerie que cogieron en un traspaso. A los dos les hubiese gustado quedarse en España pero allí no se daba crédito a extranjeros para montar panaderías, si acaso a unos ecuatorianos para comprer un piso, nosotros siempre tan espabilados, con lo que no les quedó otra que venirse a Francia donde al menos él no es extranjero.

Ciril, que en fracés se diría Siguil y a quien ella llama Ziril, es un tío joven, con un puntito hosco pero agradable que se dedica a hacer panes y pasteles y que, atenta la parroquia, es diabético insulina-dependiente, es decir, que jamás ha probado ni podrá probar sus creaciones. En Confiture de Lait, como en toda boulangerie que se precie, tienen una creación propia. Se llama "Tango" y es una tarta que tiene una capa de chocolate y otra de dulce de leche, todo ello envuelto en una lámina de chocolate. No es nada empalagoso y está verdaderamente bueno. La inventó Ciril, supongo que inspirado por el componente argentino de su mujer.

Verónica es igualmente joven, con un problemilla de sobrepeso, manejable, ojo, lo que pasa es que trabajando en lo que trabaja tiene que ser duro, alegre y habladora. Tiene un acento extrañísimo, bastante imposible de identificar. La forma de expresarse es totalmente Madrileña, concretamente del sector que suelta un taco tras otro. Tiene un deje un poco "zopaz" pero realmente dudo de si el deje es tal o si se trata de lo que resulta de forzar que no le salga el tonillo platense. Me han dicho, aunque yo no lo he visto, que cuando habla con argentinos se vuelve absolutamente argentino-hablante. Algo debe haber porque Ciril suelta de vez en cuando algún término rioplatense.

Lo de el punto hosco de Ciril no sé muy bien si es su caracter o si se trata del resultado de la mala vida que le da la panadería y es que gracias a Verónica hemos adquirido muchos conocimientos de lo que es el trato con franceses, de lo que es regentar un negocio en Francia y de lo que supone, en términos de esclavitud, que un banco fracés te presete dinero. También hemos sabido lo que supone trabajar en una boulangerie, que tiene su historia. Cuento.

Ciril se levanta a la una y media que para nosotros es hora de acostarse cuando te acuestas tarde, y se baja a la planta de abajo de la vivienda, que es donde se encuentra la panadería, a fabricar barras de pan con la masa que amasó la tarde anterior. A eso de las cuatro se incorpora Verónica para ir cortando el pan que a las seis de la mañana tienen que entregar en el Carrefour. A esa misma hora abren las puertas del negocio y empieza a desfilar la clientela, por lo visto especialmente abundante los sábados y domingos porque así como en España se remata la noche de desparrame en la churrería, aquí se hace en lo boulangerie. Lugares diferentes, costumbres diferentes. La boulangerie La confiture de lait tiene cuatro empleados, un panadero, dos ayudantes de panadería y una dependienta, todos ellos heredados del propietario anterior, que no hacen el huevo porque se saben "indespedibles" gracias a las leyes laborales y los sindicatos de esta grandeur tan buena que tenemos. Como resultado, Ciril y Veronique se cascan dos turnos diarios de trabajo y mucho cuidadito con mandarles a los otros nada que no esté estrictamente en los límites del contrato. La boulangerie permanece abierta todos los días execpto la tarde del domingo y la mañana del lunes, tiempo que los dueños dedican fundamentalmente a dormir decentemente.

Se podría pensar que contanto trabajo y clientes tan potentes como el Carreful, La confiture de lait estará haciendo buen dinero y que sus propietarios se podrán dar algún que otro antojito. Error. La confiture de lait o más bien sus propietarios, le pidieron unos euros al banco que este les prestó amablemente con la condición de tener un poquito de control sobre el negocio. No un control en plan de ocupar asiento en el consejo de administración sino más bien de supervisarles las cuentas. Siendo así el acuerdo, parece ser que el banco se hace cargo de controlar ingresos y gastos, a ellos dos les asigna una especie de sueldo y hace y deshace con el resto según lo considera conveniente para la buena marcha de la empresa la cual no pasa necesariamente por el bienestar y la felicidad de sus sufridos propietarios. Con ánimo de estimular la productividad, el banco se arroga la posibilidad de disminuir el "sueldo" de los propietarios si ve que no se hace la caja suficiente y que se aproximan los números rojos. También decide el administrador del banco si Verónica y Ciril pueden irse de vacaciones. Creo que Verónica se dedica a engañar al administrador con cuentas a nombre de testaferros en las que guarda unos pocos eurillos que le preste un familiar para irse de fin de semana.

Pues por increible que resulte, Verónica es una tía alegre y divertida y se pasa un rato agradable con ella. Declara que no aguanta a los franceses y que le gustaría irse a España, más concretamente a Madrid. Hace poco estuvieron en casa comiendo. Un domingo, claro. Hice un arroz, a indicación de P, que se ocupó luego de recordarme que eran profesionales del tema. Profesionales, sí, pero educados porque repitieron.

Todavía más incríble es que se sigan montando negocios en este país donde lo mejor es pasar por el aro y, si no has conseguido entrar en l'elite que es quien gobierna (independientemente del partido) y quien dirige las empresas, hazte asalariado y no pienses mucho, que eso ya lo hace por ti el estado de la grandeur.

Una bonita boulangerie que no es la de Verónica y Ciril. Cuando tenga fotos de La confiture de lait las pongo

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