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domingo, 13 de febrero de 2011

À manger (a comer)

Típica pregunta que te hacen cuando vienes de algún lugar: "¿Y la comida qué tal?" Salvo que uno no tenga necesidad o deseo de despachar el tema con premura se suele decir que bien cuando te mueves entre España y el norte de Bélgica, incluyo aquí a alemanes, húngaros y esta gente; regular cuando has ido de Holanda hacia el norte y sin duda horrorosa si hablamos de las Islas Británicas. Fuera del entorno europeo la cosa depende más del gusto de cada cual. A mí que me gusta casi todo mientras no contenga vísceras, la comida de los moros no me desagrada y la oriental tampoco - aquí incluyo la india- si  soy capaz de retener la imaginación para que no se me ponga a surfear por aquellas historias sobre la ausencia de cadáveres de chinos en Madrid y otras cosas por el estilo. Lo que he probado de los hermanos latinoamericanos no me ha parecido mal, me ha gustado y la comida en Estados Unidos me ha resultado bastante insana en términos generales aunque como todo lo malo, apetitosa.

En Francia se come bien. La buena reputación está justificada en este caso. Los franceses se deleitan mucho con las cosas de la vida que resultan placenteras y a esto de comer le dan mucho bombo. Es curioso porque se observa un respeto peculiar hacia la comida. Un ejemplo, a lo que nosotros llamaríamos unos huevos fritos con chorizo ellos se referirían como a Les ouef fleuris sour l'huille d'olive au sauccisson rouge d'avant les Pirinées que bien escrito y no como yo lo he hecho sería algo así como Los huevos florecidos sobre el aceite de oliva a la salchicha roja de allende los Pirineos. Ya tengo dicho que el rasgo fundamental de los franceses es complicar las cosas y eso tiene muchas lecturas en la vida cotidiana.

Los días de diario me dan una hora y media para comer, que da mucho juego. En la zona en que se encuentra mi trabajo hay bastante oferta, desde bocatas hasta bistros de variada categoría y precio. El problema es que uno acaba cansándose de casi todo con lo cual hay que ir rotando de uno en otro. Durante una temporada comía en el hospital. Sí, sí, en el hospital, en el CHU de Nantes Laennec. No sé lo que será un "CHU" pero la mitad de los hospitales de Francia se llaman CHU, creo que tiene algo que ver con la universidad. Lo más atractivo del hospital era el precio del menú que anda en los seis euros y pico. El problema es que he desarrollado una intolerancia al olor de la zona de cocinas, supongo que algo relacionado con el desinfectante, y ya no puedo soportar el ir allí. Mi cabeza delirante ha desarrollado una ensoñación en la que el calor producido durante la incineración de desechos clínicos se aprovecha para cocinar y los gases de combustión son canalizados por los mismos filtros que el aire acondicionado. Entre esto, mi elevado consumo de películas de zombis y mi santa defendiendo la iniciativa de una ciudad británica que quería aprovechar el calor del crematorio para calentar la piscina municipal (que a mi me daba muy mal rollo y a ella le parecía fantástico) he alcanzado un punto en el que sólo oír hablar de comer en el hospital me produce tres vueltas de estómago y es que no puedo.

Desde hace algún tiempo es habitual que vaya a casa, se come menos, paso un rato con P, veo cocinar a Mariló Montero y sale en general más barato dado que la distancia del trabajo a casa es cortita, 5 Km. Si no, suelo salir con Silvia y Lou a alguno de los diversos locales de la zona. Somos habituales de un lugar que se llama Tavola Pizza, dejo como adivinanza al avispado lector cual es la especialidad de la casa. Solemos ir también a uno que se llama La Boucherie, dedicado a las carnes, lo digo para aquellos cuya imaginación no sea suficiente para suplir sus deficiencias en la lengua de Victor Hugo. Este era muy del gusto de Amaya, a quien un día le tengo que dedicar una entrada bloggera porque es un personaje realmente original. Lo mejor de esto de las comidas son las expediciones de descubrimiento. La primera que recuerdo fue precisamente con Silvia y Amaya. Fuimos a un sitio que se llamaba L'Hacienda y que según Amaya era de cocina colonial. Hace mucho y ya no recuerdo exactamente que comimos pero sí que había mucho coco y mucho fruto tropical y nada de maíz, cilantro, papas y pedazos de carne de los que se comen en Sudamérica. Finalmente caímos en la cuenta de que "colonial" para los franceses es distinto que para nosotros, en Francia lo colonial no es América Latina sino el África negra, y claro, en el África negra se come mal, escaso y con poca frecuencia así que no hemos vuelto. 

Otro descubrimiento, ese lo hicimos Lou y yo y sí que hemos vuelto, fue un restaurante magrebí que se llama El sueño de Marrakech, así en español aunque una vez cruzas la puerta no habla español ni Dios. Tienen un menú muy apañado que incluye el cous-cous, muy rico y abundante. Lo malo es que sales de allí absolutamente butrino y la comida moruna tiene una digestión un tanto delicada con lo cual es un sitio para ir algún viernes todo lo más. Entre los descubrimientos más recientes se encuentran Jo le boucher, también de carnaza, que no está mal y Les relais d'Alsace, un restaurante donde cené con mi jefe Steve cuando me entrevistó para mi trabajo actual y al que no había vuelto desde entonces; me pareció caro, escaso y el camarero un baboso, vamos que me voy a abonar. Entre los más sencillitos/baratitos -y además rápidos- tenemos un garito junto al Decathlon donde se comen ensaladas y pasta en plan autoservicio y a destacar, y esto supongo que también lo hay en Madrid, el autoservicio de Ikea, que conocí por mediación de P y que es sin duda el que da la mejor relación calidad/precio. Hay muchos más pero para no eternizarme voy a pasar a contar el panorama de la restauración en Nantes que se me antoja más interesante que mis lugares de colación diaria.

La oferta de restauración en mi nuevo pueblo es bastante amplia. Tenemos de todo y, como vamos teniendo una edad adecuada a estas cosas, lo disfrutamos mucho. De vez en cuando salimos P, los niños y yo pero en estos casos estamos un poco limitados a pizzerías, hamburgeserías y a japoneses que son lo que más les gusta a nuestras dos bestezuelas. Japos hay a puñados. Anoche sin ir más lejos estuvimos en un japonés del Quartier Bouffay que es como se llama aquí el barrio del centro donde sale la gente y nos pusimos ciegos de sushi a un precio razonable. Para cosas más serias nos venimos a juntar, más o menos una vez al mes, nos sale así, no es un programa que hayamos pactado, Lou y Judith, Silvia y Eduardo y nosotros dos y vamos a restaurantes diversos de esta nuestra ciudad. Hasta la fecha hemos pasado por La cantine du general, que prometía más de lo que daba y por un tailandés light que sí que me gustó bastante y que se llama Song. Allá por el mes de julio estuve con Silvia y Eduardo en uno que se llama Un coin en ville del cual guardo grato recuerdo y al que un día de estos tendré que volver con P. El clásico más clásico de la restauración nantaise es La cigale, que significa la cigarra y no la cigala como interpretamos fácilmente los españoles, a pesar de la gran cantidad de estos simpáticos crustáceos que reciben a los visitantes a la puerta del local. La cigale es un establecimiento antiguo, con mucho art deco, muy bien puesto, que fue en su tiempo comedor de la universidad, supongo que de la antigua universidad (asumo que hubo una "antigua universidad") porque la actual se encuentra bastante alejada de la Place Graslin, donde se ubica el restaurante. El día de nuestro último aniversario P y yo estuvimos cenando allí. Me pareció un poco caro pero me gustó y desde luego el sitio tiene mucho encanto.

La Cigale


Antes de irme una mención a lo más típicamente bretón que se puede uno echar al cuerpo, las crêpes. Yo, cuando no era francés, pensaba como todo el mundo que las crêpes eran una especie de tortita, más fina que las del Vips, en la que se pone jamón y queso si se quiere salada o chocolate y nata si dulce. Alguno incluso decía que lo de verdad francés es con azúcar y limón. El tema sin embargo es mucho más complejo como no podría ser de otra manera estando de por medio los franchus. Para empezar están las crêpes, que son de harina blanca y se ponen siempre con dulce, y las gallettes, que son de harina sin refinar, así marroncita, y que se ponen siempre, siempre con lo salado. Las crêpes/gallettes se cocinan sobre una plancha circular; allí se añade la mezcla de harina y lo que quiera que lleve para disolverla y se extiende con ayuda de un curioso artefacto de madera. A las crêpes/gallettes no se les da la vuelta, por eso tienen que ser muy finas. El relleno es de lo más variado y está lejos de limitarse al jamón, queso y huevo que nosotros conocemos, antes al contrario les ponen salchichas, patatas, puerros, vieiras y un largo etcétera de cosas, por supuesto jamón y queso también. Las más sofisticadas las he tomado en una crêperie que se llama L'Ille Mystérieuse. El problema de las crêperies es que se ajustan al horario tradicional francés con lo cual sólo están abiertas de martes a sábado, de 12 a 15 y de 17 a 22. Es un misterio cómo consiguen sobrevivir con ese horario pero el caso es que ahí están. Para general ilustración del respetable sobre las costumbres foráneas contaré que con las crêpes se bebe sidra, en el país del vino se bebe sidra. Es una sidra así con espumita, bastante dulce y suave (y eso que yo siempre la pido "brut" que la "dulce" debe ser puro almíbar) que entra de maravilla y que lleva un 5% de alcohol. Cometí el error de dársela a probar a Guillermo que desde ese día sueña con beber sidra libremente el día que el pesado de su padre deje de decirle que con menos de 18 años no se bebe.

Esta es la crepería Heb Ken. Tiene mucha fama pero no hemos ido. Está en el centro.

2 comentarios:

  1. Vamos A., que tu puedes con el gabacho...será Centre Hospitalier Universitaire....digo yo..Yo en Marsella estuve comiendo de gratis casi un año, haciendonos pasar por M.I.R hasta que nos juntamos demasiados españoles y el volumen de nuestra mesa resultó sospechoso para ser gabachuás..también recuerdo un olor particular pero la beca Erasmus no da para más.....De acuerdo con la comida francesa, es buena y saludable en general, aunque dicen que mejor en el sur que en el norte..

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  2. Magnifica descripcion de la oferta gastronómica en la region Nantesa.Se te olvidó la estupenda brasseria "le carré blanc" en Saint-Herblaint donde preparan unos tartars maravillosos... En cuanto a las creperies, a Edu y a mi nos gustó mucho la Heb Ken, pues tienen una carta extensisima con todas las posibles combinaciones que se te puedan ocurrir, y la que no podéis dejar de descubrir es "la tête noire" ganadora del premio Charles Monselet en 2009. A bientôt, Silvia

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