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domingo, 21 de agosto de 2011

La lata de aceitunas

Como tantas otras gentes que el mundo pueblan yo tengo un suegro. Nunca he hablado de él pero lo cierto es que se merece unas palabras por múltiples razones. Podría contar cosas serias, buenas y malas, creo que más buenas que malas y de hecho, fundamentalmente buenas si me circunscribo a mi relación personal con él y más aún si incluyo las de mis hijos con su abuelo. Pero no lo voy a hacer, me voy a centrar en las cosas absurdas porque mi interés aquí es el de hacer sonreír y si puede ser, reír a la parroquia y si para eso hay que exagerar un poco las cosas pues se hace y punto, que para decir verdades ya están los políticos y la prensa seria.

Una característica impensable de mi suegro es la de ser un comprador compulsivo. A mí me produce mucho alivio pensar que don S es comprador compulsivo porque gracias a eso sé de donde le viene a mi hijo su desmesurado afán por gastar dinero. El problema es que combina esta característica con una austeridad casi monacal lo que deriva en unas compras rarísimas. Su hija asegura que cualquiera que se acerque a él con una mercancía voluminosa lo tiene hecho. Yo tengo para mí que es que hace compras de machote, a saber, un tío, tío no compra cien gramos de jamón, compra una paletilla. Un tío,tío no compra un kilo de patatas, compra un saco de 25. Pues con las mismas, un tío, tío no compra una latita de aceitunas de 150 g, un hombre de verdad compra un pedazo de lataza de 5 Kg. ¿Y qué hace un hombre de verdad cuando se ha comprado cinco kilos de aceituna y cae en la cuenta de que vive solo? Se lo regala a su hija que vive en Nantes la cual, ni corta ni perezosa, lo carga en el coche y se lo lleva para allá. Esto ocurría hacia enero de este año.

Todas las casas suelen tener fenómenos extraños, en mi opinión relacionados con el paso hacia la 5ª dimensión. En la mía el fenómeno consiste en que coleccionamos latas de comida que nos acompañan durante años. La cosa empezó hacia 1995, cuando P me hizo saber que la piña en almíbar era en su opinión algo delicioso, un néctar de dioses sin el cual no podía vivir. A mí me sorprendió porque nunca jamás le había visto comer piña en almíbar pero tampoco me opuse a que comprase una lata, mejor que zapatos o joyas. La lata de piña convivió con nosotros varios años hasta que, tiempo después de que caducase, la liquidamos tal cual entró en nuestra vida. Ahora me arrepiento, unos años más y nos habría convertido en propietarios de una pieza de museo.

La siguiente pieza de la colección fueron unas bonitas latas de fabada que nos regaló nuestra amiga María Jesús, en Bélgica, allá por 2004 ó 2005. María Jesús era y sigue siendo, la esposa del entonces teniente coronel Martínez Manzanares, destinado a la sazón en la base aérea europea de Eindhoven. Los Martínez manzanares formaban parte de la sección española de la fauna internacional que nos juntamos en Bélgica, país en el que vivíamos todos con un cierto aire de temporalidad. Los militares españoles que iban a Eindhoven lo hacían por un periodo cerrado. Al contrario que nosotros conocían su fecha de regreso con lo cual a poco que se dejasen llevar por sus naturales instintos militares y sus naturales prejuicios españoles, podían hacer lo que hicieron estos, es decir, aprovisionarse de comida española para tres años porque como todo el mundo español sabe, la comida española es la mejor del mundo. Luego cuando llegas al sitio y se te caen los prejuicios te encuentras con que te falla la logística. María Jesús intentó mitigar el fallo logístico con un reparto de parte de la comida importada entre sus amistades y conocidos, entre otras razones por no llevársela de vuelta a España y, en ese reparto, fuimos agraciados con unas latas de fabada de a kilo que desde ese momento pasaron a formar parte de la familia y nos han acompañado por medio mundo. Si alguien está interesado en alguna de las latas que deje un mensaje en la sección de comentarios del blog.

En cuanto a la lata de aceitunas, unas aceitunas negras, gordas, buenísimas, pensaba yo que iban a entrar a formar parte de nuestro peculiar patrimonio familiar. Mi sospecha se veía reforzada porque P intentó colocármelas un par de veces, en ocasiones cocino algo con aceitunas negras, y yo las había esquivado con gran pericia. El caso es que durante la reciente visita de los Alvarez-Provencio, los que me destrozaron mi comode de 6 tiroirs, P le ofreció a su hermana llevarse una parte de las aceitunas lo que MJ, para mi sorpresa, aceptó. Digo para mi sorpresa porque me parece realmente incómodo viajar con aceitunas, algo al nivel de viajar con animales pero bueno, allá cada cual. El caso es que la vorágine de la visita y la intensidad de los días en Nantes y su pedanía hizo que la hermanas se olvidasen de la lata que allí estaba aguantando en su rincón, tratando de integrarse entre las joyas de la familia.

Y así transcurría plácida la vida de la lata de aceitunas negras, grandes, gordas, muy ricas, hasta que P decidió abrirla por su cuenta y riesgo. El primer asalto de P contra las aceitunas lo ganó la lata. Armada de nuestro mejor (y único) abrelatas, P atacó el colosal contenedor por varios ángulos pero este tenía un blindaje de un espesor tal que el pequeño abrelatas apenas pudo hacer un mínimo agujero.

Hoy ha sido el segundo y definitivo. Esta semana P, con la calculada frialdad de la que las mujeres afrentadas son capaces, se hizo con el arma definitiva: un abrelatas de explorador. Con el poderoso instrumento en la mano P se abalanzó sobre la lata y comenzó un encarnizado combate contra la misma. Tras reiterados intentos, poco a poco, la lata fue cediendo (habría que explorar las posibilidades del "abrefácil" en latas de cinco kilos). Finalmente lo consiguió. Está hecha una campeona. Abierto el contenedor, procedió a repartir el contenido en una infinidad de tuperwares de diversos tamaños que yo no sé muy bien de dónde han salido, supongo que de Ikea, como casi todo en casa.

Si a alguien le apetecen unas aceitunas negras, gordas, muy ricas, por favor deje recado en los comentarios de esta entrada (y esta sí que va en serio).

La lata muerta y su contenido

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