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sábado, 20 de agosto de 2011

La comode de six tiroirs

Estoy muy orgulloso de mí mismo porque he estado lidiando en el Ikea y he salido por la puerta grande. En realidad el Ikea de aquí sólo tiene una puerta pero como grande, es grande. Tal y como comentaba en mi maravillosa entrada "aloun at joum" el sábado me desperté con el cerebro así como encogido, de tal manera que me bailaba dentro del cráneo golpeando violentamente contra las paredes del mismo con el consecuente dolor de cabeza que es fácil imaginar. Esta triste situación venía siendo el efecto secundario del alegre encuentro de españoles en Nantes que había tenido lugar la noche previa y que habíamos celebrado con un Inurrieta reserva y unos lingotazos de ron. Cuando me hube recuperado del estado precomatoso decidí atender a la lista de tareas que me ha dejado P para que vea que no soy mala persona, sólo un poco desmemoriado.

Me presenté pues en Ikea buscando como un desesperado la cómoda que en su momento me habían encomendado. Recuerdo que en su día discutimos sobre dos diferentes. A mí en realidad me daba un poco igual, al fin y al cabo soy hombre, pero por no ser acusado de indolente procuré formarme una opinión y defenderla. P por su parte no lo debía tener muy claro porque cedió a mi parecer pese a lo endeble de mis argumentos. Si serían endebles que no recuerdo los argumentos; es más, no recuerdo ni el modelo de cómoda que yo había elegido. Tras recorrer con aire de sabueso la exposición de Ikea, sin prestar la más mínima atención a nada que no fueran muebles de dormitorio fui a dar con la célebre cómoda. Era aquella. ¿Era aquella? Cojo el móvil y marco el teléfono de P. Hola,estoy en el Ikea ¿Y qué haces ahí? Ya sabes, viendo muebles y complementos, que me encannnnnta ¿qué voy a hacer? busco la cómoda que querías, etcétera. Compruebo con P que se trataba del modelo deseado y ella misma me recuerda que mi elección era otra, le quito importancia al asunto (no veía ningún otro modelo de cómoda en el vecindario y mi prioridad era irme lo antes posible con la tarea hecha). El protocolo de Ikea, quizás alguno de Pamplona o alguna otra capital de provincia carente de establecimiento de tan notoria cadena comercial no lo conozca, consiste en coger la etiqueta del mueble en exposición y ver el lugar en el que se puede encontrar en la zona de almacén; una vez allí buscas tu estantería, cargas el bulto como buenamente puedas en un carrito de la compra rarísimo que es un diseño sueco muy funcional y pasas por la caja a soltar la pasta. Esto es así casi todo el tiempo pero a veces lo que te dice la etiqueta es que contactes con un vendedor y, como no, eso era lo indicado en la etiqueta de la Comode de 6 tiroirs modele Malm, a juego con nuestra cama. La perspectiva de tener que trabar conversación en francés con una dependienta de Ikea me produjo una cierta desazón dado que estas cosas se sabe como empiezan pero nunca como acaban. Con eso y con todo decidí probar suerte, total es difícil que en Ikea me la hagan más gorda de las que me han hecho ya así es que alegre y resuelto partí en busca de algún chico/a vestido de amarillo y azul. Tras un rato de rastreo y venteo detecté una manada de dependientas, muy agitadas porque al parecer una parte significativa de ellas salía de vacaciones ese día lo cual producía cierta convulsión entre las otras y una importante desatención a la labor. Al principio dudé, el espíritu ultrafuncionarial de los franchus me asustó un poco pero en un momento dado respiré hondo y me dije "¡Qué coño, a por ellas!" Dicho y hecho, les entré con valor y aire torero a una que me sorprendió triplemente porque 1 se mostró muy amable, 2 entendió lo que yo decía sin problemas y 3 me dio explicaciones precisas y detalladas.

Resulta que por algún tipo de sofisticación sueca que se me escapa, Ikea dispone de un almacén auxiliar en la zona, a unos kilómetros de la tienda así que no me dieron el mueble sino dos papeles, uno con el nombre del mueble y otro con un plano. Ahí me empecé a sentir raro porque tenía un papel. Tras pasar por caja pasé a tener un papel y -145 €, una situación que no deja de ser preocupante cuando la ubicación de tu compra es incierta.

Me acerqué al coche, tumbé cuantos asientos pude y salí en busca del almacén con un ojo en la carretera y otro en el plano. Increíble pero cierto, llegué, entré a la recepción y me dirigí a una joven espetándole algo así como "Yo mi haber esta comprado", pero en francés. La chica tomó el papel de mi mano con lo que mi balance parcial pasó a ser de -145 € y 0 papeles justificativos de mi inversión, cada vez mejor. Al cabo la chica salió empujando penosamente un carro con dos hermosos paquetes, dos, en los que algún sesudo ingeniero, sin duda coreano, había conseguido meter mi cómoda de seis cajones. Balance: -145€, una factura y un mueble desmontado.

Me puse manos a la obra para meter los bultos en el coche. Al intentarlo con el primero observé que el cartón de embalaje de Ikea es muy resbaloso, que el mueble pesaba un huevo y que muy a mi pesar tengo 48 tacos y no soy Conan El bárbaro. Con gran esfuerzo y notorio derroche de imaginación conseguí encajar los dos paquetes en el coche casi sin desmontar los asientos y todavía me quedó hueco para sentarme a conducir. Balance: -145€ unos papeles que no sé donde he puesto pero juro que los tengo y un notorio dolor en la región lumbar.

Voy a saltarme la parte en que subo el mueble desde el garaje hasta el apartamento que no estamos para duelos. Sólo contaré que para cuando la última pieza estaba arriba el lumbago había desplazado cualquier otra sensación de mi cuerpo serrano.

Los muebles de Ikea me producen en general una sensación de incertidumbre en el momento en que los desempaqueto. Por una parte jamás me creo que estén todas las piezas y por otro siempre temo que se me escape alguna de las sutilezas que se dibujan en las instrucciones, que no incluyen una sola explicación escrita.  Con lo primero me equivoco, siempre está todo, hasta el último clavo. Ojo, que no se te pierda ninguno porque vienen contados. En lo segundo tengo razón, es fácil equivocarse y hay que inspeccionar cada dibujo con ojo de crítico de pintura.

Tras ingerir una colación más bien escueta me dispuse a ensamblar las piezas de mi mueble. Con paciencia de santo mártir y precisión de relojero suizo fui encajando las piezas una tras otra. El sudor recorría mi espalda, empapaba mi camiseta y me corría por la nariz goteando sobre las instrucciones de montaje. No recuerdo en qué momento empecé a sospechar que había colocado la superficie de la cómoda al revés pero sí que soy perfectamente consciente de que lo confirmé tras martillear el último clavo de la tapa trasera del mueble. En ese momento hice una exhibición de mis amplios conocimientos de la lengua de Cervantes, concretamente de la parte de tacos, blasfemias y palabras malsonantes en general; estuve recitando un rato antes de repetirme. Recuperada la calma fui capaz de enderezar el entuerto y montar la tablita de Dios como es debido. Hasta aquí la tarde del sábado.

La resacona del domingo -sí, estuve de fiesta otra vez, ya lo he contado- me la quité montando cajones. Seis. Lo bueno de los cajones es que el primero cuesta pero luego los otros salen de corrido. A media mañana el trabajo estaba terminado.

Hace una semana un invitado abrió uno de los cajones que se salió da la guía. Shit happens...


Cómoda Malm de seis cajones

5 comentarios:

  1. Si los padres del invitado llegan a saber esto cuando vieron que no cerraba el cajón hubiesen abandonado precipitadamente el pais de la Liberté, Egalité y Fraternité...

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  2. No te preocupes, os envené la cena...

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  3. Es más, no es que V esté especialmente dotado para deconstruir muebles de Ikea, es que la zona inferior izquierda del artefacto estaba un poquito deficiente, él se limitó a acelerar el proceso y probablemente a evitar que el cajón se desplomase sobre el pie de su tía.

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  4. Os pongáis como o pongáis la culpa es de Ikea. Perdón, he dicho Ikea? Quise decir Zapatero!

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  5. Me alegro que V haya contribuido a que su tia P no haya interrumpido su duro entrenamiento para la San Silvestre por un tonto accidente domestico...

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