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domingo, 12 de junio de 2011

La comunión

Hemos tenido una nueva experiencia francesa, hemos asistido -en calidad de invitados- a una comunión. Los comulgantes eran los mellizos de mi amiga Valerie Pimpineau, una competente bioquímica con la que trabé buena amistad cuando vivía en Bélgica y trabajaba para Genzyme.

La primera vez que vi a Valerie fue en las instalaciones de Genzyme en Framingham, Massachussets. Yo llevaba poco tiempo trabajando para la compañía y me enviaron allí entre otras cosas, para conocer al personal. Valerie, como su nombre indica, es francesa pero llevaba como quince años o más viviendo en USA; eso y estar casada con un  norteamericano, Brian Monks, le convertía en ciudadana de aquel país. Valerie y Brian tienen tres hijos que son americanos y franceses pero que se llaman Sofie, Cecile y Julian anticipando el deseo de su madre de que fuesen europeos antes que estadounidenses. Ella sabrá por qué. Parece ser que cansados de la vida americana, según Valerie fácil pero monótona, decidieron trasladarse a Flandes a disfrutar del rock'n'roll de la Vieja Europa. En Bélgica, al contrario que en Estados Unidos y al igual que en el resto de Europa incluida España, la integración no es sencilla. Lo bueno es que si eres inmigrante de lujo no tienes la más mínima necesidad de integrarte si no lo deseas, tanto más en estos tiempos de prosperidad cibernética que te aproximan a los tuyos con un clic de ratón. Siendo así las cosas, los forasteros devenimos frecuentemente en agruparnos, ora por nacionalidades, ora por el hecho de ser forasteros en el momento que compartimos algún idioma. Así ocurría en Bélgica donde el nexo común era la Escuela Europea de Mol y por cuenta de aquello nos juntábamos españoles, americanos, holandeses, italianos, hindúes, sudamericanos y un puñado más de nacionalidades. Con unos te llevas más y con otros menos pero es muy curioso porque son grupos dinámicos en los que gentes con destinos internacionales temporales vienen y van. A unos te los vuelves a encontrar en otros países y a otros no.

Valerie es de los que nos hemos vuelto a encontrar. Los Monks viven en un pueblito que se llama Pacé, muy cerquita de Rennes, a poco más de 100 Km de Nantes. Ella trabaja en consultoría. Trabaja mucho, muchas horas, muchos días, muchos viajes... Su marido no sé muy bien en qué está trabajando, para alguna agencia del gobierno de Bretaña he creído entender; es muy activo con un grupo de Biotecnología local. Desde que estamos aquí nos hemos encontrado dos o tres veces y nos ha dado mucha alegría vernos, no deja de tener su gracia volvernos a reunir en un país diferente. La última vez ha sido por cuenta de la comunión. Yo me quedé un poco sorprendido con la invitación porque uno está en los clichés de España y tengo para mí que eso de las comuniones es un tema como muy de familia así es que a bote pronto me resultó un tanto chocante. Fue la propia Valerie quien me animó a conocer algo más de los rituales nativos, no exactamente con estas palabras pero parecido. Yo ya me hacía perdido en un marasmo de cientos de invitados pero me advirtieron que sólo éramos doce personas. En fin que agradecí el detalle y acepté porque además estos chicos no dejan de ser de diferente cultura a la nuestra y nunca sabes si vas a ofender declinando la ofrenda.

A P no le hizo ni p gracia lo de la comunión (no es por no escribir tacos, es que me ha parecido simpático el detalle de las pes) porque pensó lo mismo que yo pero como se hizo los mismos planteamientos pues se avino sin lucha a participar en el evento. Antes del día de la celebración, que tuvo lugar el domingo pasado, procuré informarme con mi traductora cultural de cabecera, Amaya, quien me vino a decir que  no hacía falta acudir con corbata y que a los comulgantes sí que se les solía hacer un regalo. A través de Brian conseguí algunas indicaciones sobre los regalos más adecuados, focalizándonos fundamentalmente en unas bonitas camisetas del Barça, equipo al que los niños son muy aficionados y que iban más con nuestra personalidad que crucifijos de plata (muy útiles para matar hombres-lobo, dicho sea de paso) o misales nacarados y rosarios. Días antes de la comunión estuvimos buscando las camisetas pero en Nantes sólo las había de tamaño adulto-enorme. En estas que tuvimos la idea de regalar a los niños unos relojes así como de color muy ácido que se llaman Ice-Watch (es que aquí lo fashion también tiene nombres en inglés) y que nos pareció un regalo adecuado porque un reloj es muy típico de comunión, porque el precio era razonable y porque era original y pijo como Nantes propiamente.

Dos como estos, uno verde y uno rojo

El domingo nos levantamos a las ocho porque nos habían indicado que la comunión era "a última hora de la mañana". A mí se me ocurrió pedir más precisión porque para mí, "última hora de la mañana" significa como a la una y me daba que no. Tras descojonarse adecuadamente, Brian me indicó que no, que para ellos era como las diez y media así que nos tocó madrugar para cubrir los ciento y pico de kilómetros que nos separaban de Pacé. P había pensado en hacer eso tan nuestro de llegar, saludar y esperar instalados en algún bar de la zona a que la ceremonia religiosa terminase. Yo estaba totalmente de acuerdo porque las misas me parecen un rollo y porque soy muy bien mandado como todo el mundo sabe. El caso es que llegamos a la iglesia y en la misma puerta nos encontramos a Valerie y a Brian que nos recibieron muy afectuosos y nos indicaron el banco que tenían reservado en la iglesia, una trampa sin salida en la que nos invitaron a instalarnos y desde la que nos dispusimos a ver la ceremonia enterita no sin antes emitir un suspiro resignado. Compartíamos banco con la madre de Brian que había venido desde Boston a participar en el acontecimiento y con los padres de Valerie que viven en la región y que me resultaron sorprendentemente jóvenes teniendo en cuenta que los Valerie y yo nacimos el mismo año. Lo mismo es sólo la apariencia.

La iglesia de Pacé se ve como muy apañada. Parece que algo reconstruida, no se si por remediar el efecto de los bombazos o si el de la natural decadencia de la construcción. El caso es que la han dejado muy bien y que me pareció que ese mismo edificio puesto en la Comunidad de Madrid tendría más lista de espera para atender sacramentos sociales que la consulta de Traumatología del hospital Gregorio Marañón. El cura era negro, de Costa de Marfil me dijeron, condición que quedaba resaltada con el blanco de la casulla y que constituía más que nunca una nota de color. Además hablaba con entonación de negro, en francés pero con entonación de negro, una cosa curiosísima. La comunión se inició con una procesión de los niños comulgantes abierta por un adulto portador de un gran crucifijo sujeto en lo alto de un asta y cerrada por Brian que portaba un libro gordo, sospecho que una Biblia, con una imagen de un Cristo de hechuras bizantinas en la portada y que mostraba en alto como quien enseña una pancarta con reivindicaciones laborales en una manifestación del Primero de Mayo. Lo que más me llamó la atención fue que ni los niños vestían uniformes de marina ni las niñas trajecitos de novia enana, iban maqueados, desde luego, pero sin disfrazar como los nuestros. Esto cuadra con el trato que los franceses mantienen con el dinero, que no son muy dados a gastar en tonteras. La ceremonia fue larga, larga, larga, intercalando palabras del cura con lecturas del libro gordo, y unos cuantos cánticos. De vez en cuando el cura mostraba la portada del libro a la concurrencia como para demostrar que era el bueno y no una edición pirata y que el Cristo seguía allí para certificarlo. Los coros corrían por cuenta de unas muchachuelas septuagenarias ubicadas en el coro, valga la redundancia, acompañadas por el órgano de la iglesia y dirigidas por un pimpollo de cincuenta que se encontraba frente a mi. No sonaban mal. Además nos habían proporcionado unos papeles con la letra de las canciones para que pudiésemos hacer karaoke. En un momento dado todo el mundo se cogió de la mano. Yo a mi derecha tenía a Guillermo y no había problema pero a mi izquierda tenía al padre de Valerie, un desconocido a efectos prácticos, así que me sentí un poco ridículo cogido de la manita con él mientras se recitaba so sé qué rezo. Después vino el momento culminante de la teofagia y Valerie, que a la sazón se encontraba en el banco de delante, se volvió hacia mí preguntando si quería ir a comulgar. Yo me excusé diciendo que me producía acidez pero que agradecía el detalle; más tarde le explicaría que en casa somos un poco laicos si bien respetamos las creencias de cada cual siempre y cuando no requieran el sacrificio humano. Poco más de la ceremonia, un par de rezos y tres canciones más y todos a la calle.

La iglesia de Santa Melania, en Pacé

Una vez comunionados nos dirigimos a chez les Monks donde bebimos y comimos una comida bastante buena que había preparado Brian. Todo fue muy normal y carente de esperpentos o rarezas que puedan hacer motivo de chanza. A los niños les gustaron los relojes, Guillermo se comportó como un campeón, cosa que cada vez parece costarle más, y mantuvimos una amena charla a ratos en inglés y a ratos en francés mientras Nadal le levantaba el nosecuantos Roland Garros a Federer.

Todo lo que puedo decir es que estos franceses tienen mucha menos industria alrededor de las comuniones que nosotros. He preguntado si con las bodas son también más escuetos pero me ha dado la impresión de que no, que para eso son más gastosos.

5 comentarios:

  1. Yo tengo dos preguntas.
    1. Cómo sobrevivió Laura al acontecimiento
    2. ¿Qué le ha pasado al Golf de la foto de la iglesia, que le fata la mitad?.

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  2. Y no os disteis besos con la paz?con lo de besarse son un poco intensos los gabachos.....es curioso que no se celebren tanto como aqui....

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  3. Laura no vino. Estaba con unas amigas en no sé donde.

    Besos no hubo pero creo que algún kiki en un confesionario sí que lo ha habido alguna vez. A mi me habrían puesto en un compromiso porque si tocarme con desconocidos me cuesta, besarme ya ni te digo.

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  4. Me quedo con la imagen del padre de tu amiga y tu cogiditos de la mano.....me parto....

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  5. Alf, con lo del karaoke y el libro gordo ya me he empezado a reir, pero lo de la manita ha sido muuuy fuerte!!!! jajajajaja

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