Vistas de página en total

miércoles, 22 de junio de 2011

En Madrid la tenemos más larga

Como tenemos visita esta semana hemos incrementado la actividad turística tal y como corresponde hacer en estos casos. Particularmente si uno pretende ser un anfitrión agradable y que hablen bien de él a sus espaldas. Además tenemos cierta práctica al cabo de unos años de trashumancia y se nos da bien organizar rutas turísticas adecuadas a la época del año.

En esta ocasión nos ha visitado Mari Mar, amiga de P desde la adolescencia y todo lo que vino detrás. MM, que así la referiré por ahorrar letras, ha tenido mala suerte con el tiempo. Después de dos meses de sequía con lo que eso conlleva, sol radiante y temperaturas agradables, el tiempo ha vuelto a su ser para alivio de los hortelanos patateros de Noirmoitier y ha empezado a llover. Llueve así como con mala hostia, fuerte abundante y racheado. Los agradables 25 grados que nos acompañaban estas semanas atrás se han convertido en 14 y los placenteros paseos por la campiña en carreras para escapar de la tromba de agua y granizo. Todo muy agradable.

Esta semana estuvieron las amigas de visita en Guerande y Le Croisic donde tuvieron ocasión de disfrutar de la galerna, mar arbolada, fuerte marejada con chorreras y esas cosas pero yo no participé en esa porque estaba trabajando como un currito. Este sábado sí. El sábado decidimos ir hacia el interior para evitarnos las tempestades de la costa. Nos subimos todos en el coche y pusimos dirección a Angers. Me he estado informando un poco y al parecer Angers es la capital histórica del ducado de Anjou (empezó de condado pero lo ascendieron por esforzado y fiel). Para los que anden flojitos en historia, el rey Felipe V de España fue primero Duque de Anjou a la par que sobrino de Luis XIV de Francia. Anjou y por extensión Angers es una tierra que en tiempos fue fronteriza con Bretaña y Normandía. Esto significa que los anjouenses se la pasaban a hostia limpia cada dos por tres porque tanto bretones como normandos eran gente brutal, entregada a la bebida, el robo y la violación y no fumaban porque no conocían el tabaco que si no también. Los bretones hemos mejorado mucho desde entonces, no así los normandos que son una panda de asquerosos que dicen que el Mount Saint Michel es suyo, panda de falsos. Ahora somos gente encantadora salvo cuando cogemos el coche, si bien esto último es fruto de la maléfica influencia francesa. Porque hay que decir que, aunque llevaron más palos que una piñata, fueron los de Anjou, o sea, los franceses, los que al final se llevaron gato al agua como todo el mundo sabe. Hace ya tiempo que bretones, normandos y franceses aparcaron esa manía tan tonta de matarse entre ellos lo cual ha generado una notable prosperidad en la zona ya que han dedicado sus energías a destilar Calvados y otros hechos placenteros. Además la guerra de entonces tenía la peculiaridad de dejar tras de sí un rastro de castillos y catedrales muy hermosas y decorativas, al contrario que la que Bretaña y Normandía tuvieron que soportar siglos más tarde que sólo dejó escombros y bloques de hormigón. Así nos quedó la costa a los bretones y a los cochinos de nuestros vecinos.

El viaje desde Nantes hasta Angers es de unos 75 Km y supone algo menos de una hora de coche. Lluvia racheada y fuerte viento lateral. La ciudad es pequeña y se extiende a las orillas del río Maine, un afluente del Loira bastante caudaloso. Sobre una elevación en la orilla oeste del Maine se alza el castillo de los condes de Anjou, una edificación iniciada en el siglo VIII que muestra claramente su función defensiva, suavizada años después con la construcción de edificios de hechuras palaciegas en el interior del perímetro delimitado por muralla y foso. Tras el castillo se encuentra la catedral y en los alrededores lo que venía siendo la ciudad antigua, lo que alguno que conozco yo en Pamplona llamaría “lo viejo”. Sorprendentemente se mantienen en pie y gozando de buena salud algunas casas particulares del siglo XIII. Supongo que les habrán puesto retrete, eso sí. Además de estos y otros monumentos hay en Angers una profusión de tiendas, brasseries y baretos varios. Utilizamos un par de ellos, una brasserie para comer y una terraza vulgar y corriente para el cafetito que MM parece necesitar ingerir cada pocas horas.

La plaza del cafetito. Muy hermosa.


Llegamos a Angers alrededor de las dos de la tarde, madrugar no es lo nuestro. Lo primero que hicimos fue buscar un sitio para comer y fuimos a dar a una brasserie que estaba cerca del parking, ubicado en la Place de la République, en el mismo centro de la ciudad. La brasserie no tenía nada que destacar, un poco lento el servicio pero llevadero. La comida bien, yo me tomé una ensalada (ilustrada, por supuesto), el niño una hamburguesa, P un sándwich, Laura un carpacho y MM un menú consistente en ensalada de aguacate, pollo con patatorras y surtido de quesos. Durante la comida escuchamos un cierto follón en el exterior que yo no llegué a saber a qué se debía hasta que después me comentase P que era una marcha del orgullo gay, mira tú por dónde.

Tras visitar la parte alta de la ciudad nos volvimos a encontrar con el desfile en cuestión que consistía en una reducida multitud con mucha bandera de colores y dos camiones con pipiolos bailando dentro que pretendían ser las carrozas del desfile. Nada de torsos mazados, de mariconas de gimnasio en calzoncillos contoneándose al ritmo de Gloria Gaynor y no digamos ya de travestis subidos en plataformas tal y como sucede en mi pueblo. La docena de camiones llenos de locas bailando y las decenas de miles de personas que se acercan a cotillear y a participar quedaban reducidas a un par de camiones y unos cientos de curiosos. A cambio no parece que hubiese carteristas como los que me dieron el día en las fiestas de Chueca de hace dos años, lo uno por lo otro. El caso es que viendo la paupérrima caravana del orgullo gay de Angers se me vino a la cabeza esta idea “en Madrid la tenemos más larga”. La manifestación, claro. De lo que estáis pensando, malotes, no sé nada porque los franchus se esconden mucho y pese a ser habitual del gimnasio no he visto ni una pilila francesa desde que estoy aquí.

Angers está bien pero en mi opinión vale menos que Nantes. Además es Francia. Esta opinión no es compartida por nadie en mi casa. Es que según mi niña me he vuelto “abegshal” que es como un abertzale pero en versión bretona.


1 comentario: