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jueves, 20 de enero de 2011

Percepciones erróneas

Bien cierto es que lo que contamos viene siendo la interpretación de lo que vemos y oímos, es decir, los hechos acompañados de el juicio que nos merecen. Más en mi caso que cuento las cosas con claro ánimo de resultar gracioso, enrollado y de hacer ver cuan por encima de las circunstancias me encuentro. Todo mentira pero paso de contar miserias, va contra mis principios. Y además miserias, lo que se dice miserias, tampoco tengo. Por otra parte el contar las cosas con cristalina y probada objetividad es algo que da lugar a unos bodrios horribles que se publican en las revistas científicas lo demás está todo contaminado.

Pues una vez hecho este simpático alegato cuento que hoy vengo a retractarme de algo que dije en un episodio anterior, una percepción errónea a todas luces. Contaba yo el 5 de enero que aquí en la tierra gabacha no había rebajas porque finalizada la vorágine navideña las tiendas habían quedado en un estado semidesértico, ni clientes, ni existencias, ni nada. A mi centro comercial de cabecera, Atlantis, del cual ya he hablado, sólo le faltaban esas plantas secas que pasan rodando en las películas del Oeste que transcurren en el desierto para ser la viva imagen de la desolación. Pues bien, no era el fin del mundo sino una especie de pausa existencial que se estaban tomando antes de empezar la temporada de rebajas, que sí que la hay. De hecho los franceses parecen estar absolutamente entusiasmados con ellas. No son nada del otro mundo, el 30%, hasta el 50% en algunos casos y como de costumbre las cosas realmente bonitas y atractivas - cacharrillos de Apple, ropita de marca, colonias con pedigree - están sin rebajar. Lo que ocurre es que los gabachuás son de naturaleza ahorradora y andan todos orgasmados pensando en el dinerito que dejan de gastarse. Es normal porque los sueldos aquí no son para tirar cohetes, más altos que en España pero vaya, sin locuras, y la vida, con excepción creo yo de la vivienda, viene a ser un estilo a lo que se ve en Madrid (en París ya ni hablar).

Lo que no acabo de entender es que empiecen las rebajas el 12 de enero, miércoles, cuando aquí la enajenación colectiva terminó el día 3 de enero, lunes. En realidad los nueve días que median son bastante poco productivos comercialmente hablando. Un americano jamás lo entendería y yo, sin ser americano, pues tampoco lo entiendo si bien no me sorprende tanto porque tengo costumbre de que las rebajas de precios tengan que ser dictadas por la autoridad competente. Como no, prefectura y sindicatos están metidos en el ajo y son los que dictaminan cuando empiezan y terminan las rebajas. Pregunté a mis franceses de cabecera, yo siempre les pregunto, y no supieron explicarme. Lo más me contaron que dependía de los gobiernos locales, la célebre prefectura, y que en el norte, en las prefecturas fronterizas con Bélgica, empezaban antes, concretamente el día 3, igual que los belgas, en un claro esfuerzo por contener en el ámbito nacional el ansia compradora de los franchus. Y es que los prefectos son gente preparada, tanto es así, que el día 12 y el sábado siguiente, primero de rebajas, autorizaron la apertura comercial de 8 de la mañana a 8 de la noche. Ese día todo nantuás libre de ocupaciones salió a la carga chequera  en mano (sí, sí, aquí se pagan con cheques las cosas más inverosímiles) contra los comercios más próximos. Los autobuses iban llenos, las carreteras estaban atascadas en los alrededores de los centros comerciales, los aparcamientos completos,,,

En esto se ha quedado la célebre carga de los mamelucos del mariscal Murat
Y así siguen desde entonces. Yo lo he notado al ir al curro, la rotonda más próxima a mi trabajo que conduce al Atlantis está más atascada que de costumbre y ya no he podido ir a comer por allí desde entonces. En fin, creo que dentro de 15 días se acaba la historia y ya ponen la ropa de primavera que a juzgar por la climatología debe ser básicamente una colección de impermeables floreados.

Mañana más. O pasado igual.

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