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sábado, 28 de mayo de 2011

Fin de semana de cata y playa

Los franceses no saben lo que es la famosa "pertinaz sequía" por dos razones, una porque aquí los discursos de Franco sobre el tema no llegaban y dos porque en general llueve. El caso es que debe hacer lo menos mes y medio, si no más, que no cae más agua que la de la ducha y que disfrutamos de unos hermosos cielos azules, un sol radiante que en esta época del año trabaja hasta tarde y unas temperaturas suaves que alcanzan entre 20 y 24 grados durante el día y tienen el detalle de bajar a 11 por la noche. En resumen, que con semejante tiempo es prácticamente obligado hacer planes de campo y playa porque no sabemos lo que durará esto. Cierto es que los franchus empiezan a preocuparse y a hacerse cruces porque se les seca el césped y se les adelanta la maduración de las hortalizas que entran así en competencia directa con la producción des cochons espagnols (auguro nueva oleada de ataques a los camiones españoles) pero vaya, que a mi me da un poco igual. Por todo que digo, el fin de semana  pasado tuvimos plan extramuros.

La primera parte del plan procede de una amistad que se echó P en el punto verde entre reciclado y reciclado de residuos urbanos. La amistad en cuestión es una dama sexagenaria que se llama Teresse y que se identifica como Teresa, en español, aunque ella dice Teguesa. Teguesa es profesora de español, al parecer da clases a adultos que están interesados, más que por el idioma que al parecer manejan bastante bien, por la actualidad, la historia y la cultura de nuestra tierra. Teguesa es una individua atorrante, nerrrviosa, listiiiiisima... Dan ganas de matarla cada poco. El marido de Teguesa se llama Jacques, si bien ella insiste en presentarlo como Santiago, pronunciado en este caso Santiagó. Santiagó es todo lo contrario que su santa, un tipo afable y tranquilo, que entiende bastante el español aunque apenas lo habla; es un señor enormemente culto que sabe más de la historia de España que yo y de la actualidad ni te cuento. Impresionante.

La primera sesión con Teguesa y Santiagó fue un día que nos invitaron a cenar a su casa. La segunda fue cuando les correspondimos invitándoles a la nuestra, que les cocinamos el típico "pack ibérico" consistente en tortilla de patatas, jamón y paella. Ya por entonces Teguesa empezaba a sobreponderar mis hechos culinarios  (la paella) ningunear los de P (la tortilla). Como no hay dos sin tres, Teguesa decidió que era interesante para nuestra educación (se ha impuesto educarnos como meta en su vida) invitarnos a una cata de vinos en una bodega de la pedanía. Como nos avisó con dos meses de antelación no hubo manera de resistirse. Para hacerse una idea de como es la individua baste decir que las dos últimas semanas nos estuvo llamando cada tres días para confirmar la cita. Más tarde confesaría que la cadencia de las llamadas correspondía a un plan trazado con meticulosidad, aunque no entendí si el propósito del mismo era anular cualquier vestigio de resistencia por nuestra parte o simplemente cabrearnos.

El día D se presentaron a las siete de la tarde, con puntualidad paranoica, Teguesa y Santiagó, a recogernos en su coche. "Hemos quedado también con unos amigós, espego que no os impogte, ¿no os impogta, vegdad? Pego eios van en su coche, sí eso, en su coche pogque en este no cabemos todós" Esto nos lo dijo unas cuatro veces, además de todas las que nos lo había anunciado con anterioridad por teléfono. El punto de encuentro con los amigós estaba a menos de 1 Km de nuestra casa con lo cual estábamos allí a las 19:03 tras una demostración de la más genuina conducción "a la francesa" por parte de Santiagó quien, a la sazón, utiliza un audífono. No digo nada y lo digo todo. Los amigos, cuyos nombres ya no recuerdo, eran una pizpireta parejita que entre los dos sumaban no menos de 130 años. El me recordaba un tanto a Jason Robards, un actor americano cuyo nombre todos ignoramos pero que sale en infinidad de películas haciendo de malote y a ella parecía que le habían metido un palo por el culo, por la expresión de la cara mayormente.

Jason Robards. Hacía de malo en "Filadelfia", por ejemplo

Ya todos juntos fuimos en caravana hasta una bodega situada al sur del Loira, no muy lejos de Nantes a decir verdad y dedicada a la producción de Muscadet, el vino local que a mí particularmente no me apasiona. Por lo que voy viendo es relativamente corriente que los franceses con un terrenito se dediquen a plantar viñas y fabricar vino. Va a ser por eso que su consumo es tan popular, prácticamente tanto como la cerveza. Probablemente también contribuye esta circunstancia a que se les conozca mundialmente por el asunto vinícola (además de por los porculos que son).

La bodega a la que fuimos se llama Château de la Bourdinière y la regenta una pareja que responden por Pierre y Chantal Lieubeau. Así de primeras nos estuvieron enseñando un poquito las vides que había allí a la entrada del château. Los franceses atendían a las explicaciones con gran interés, tal y como suelen hacer en todas las actividades culturales a las que asisten. El bodeguero, Pierre, explicaba cosas sobre el cultivo, los parásitos,

Chantal y Pierre Liubeau, simpáticos bodegueros

cómo deben estar las flores en cada época del año que este al parecer van adelantadas dos semanas... Yo no tenía ni idea de como son las flores de las que luego salen las uvas. Las encontré bastante feas. A todo esto Teguesa intentaba desesperadamente que lo pasásemos bien, aunque ignoro que entiende ella por pasarlo bien. Constantemente nos preguntaba si entendíamos lo que decían unos y otros y a todo el que se cruzaba en nuestro camino le explicaba que éramos españoles y que nos tenían que hablar clarito. Podríamos haberla estrangulado allí mismo y seguro que el marido nos hubiese jaleado pero no creo que nos hubiesen permitido terminar los franceses, que se ponen muy nerviosos con la violencia.

Tras la explicación nos invitaron a entrar en la sala que tenían preparada con unas mesas cubiertas con manteles y unas sillas. Nos repartieron unas hojas en las que aparecía la lista de vinos a catar con el correspondiente espacio para realizar anotaciones y otras en las que podías encargar cuantas botellas quisieras de cada vino probado. Teguesa se ocupó de organizar la mesa nuestra en plan chico-chica de manera que yo terminé sentado con ella a mi diestra, la periquita sexagenaria a la izquierda y P enfrente, flanqueada por los dos chavalotes que hicieron la mili en la División Leclerc. Para facilitar la ingesta de vinos se acompañaba la cata con una degustación de platos variados que se anunciaba en un libretillo con todo lujo de detalles sobre la composición y preparación de los mismos de manera que parecía que realmente ibas a comer algo. El caso es que al tercer vino nos dieron una almeja, proporción que se mantuvo toda la velada con las demoledoras consecuencias sobre el estado de ánimo y la moral de la concurrencia que uno se imagina fácilmente.

Unos colegas de la Divisón Leclrec (1944)

Teguesa a mi vera preguntaba insistentemente que si nos gustaba aquello. A la cuarta o quinta vez ya le dije que si quería la respuesta por escrito y que ya dejase de preguntar. También insistía en que no teníamos obligación de comprar nada. Le habría dado un botellazo. A todo esto insistía en tocarme, ya me lo dijo P, "que a esta le pones, que te toca mucho y te pone mucho la manita en el hombro". "En el hombro y en la pierna, que eso tú no lo has visto" contesté y yo me acordaba de "La venganza de don Mendo" y de esa pregunta "¿Mendo, qué les das?" y veía al desalmado J preguntando algo similar en el blog para mayor escarnio de mi persona. Teguesa empleaba las energías restantes en afear la conducta a Santiagó que tenía que conducir y apuraba cada copa de la cata hasta la última gota. De hecho creo que tuvieron un forcejeo con una copa que finalmente Santiagó consiguió salvar y ensilarse.

Siete vinos más tarde se acabaron las probatinas y se levantó la disciplina de estar sentado a la mesa con el anuncio de comida gratis. Lo de la "comida gratis" es algo que enardece al personal en general y los franchus no son una excepción y como además nos habían hecho pasar bastante hambre, todo el mundo se abalanzó sobre unos patés y unos cestos de pan que los bodegueros habían distribuido en unas grandes mesas con la idea, un tanto naif, de que la gente hiciese cola delante de las mismas. Teguesa y sus amigos también. Nosotros preferimos dar una vuelta por el local y comprar unos vinos que nos habían gustado para así hacer tiempo hasta que bajase la afluencia de personal sobre los comestibles. Mientras hacíamos cola para comprar Teguesa se llegaba a nosotros una y otra vez para preguntarnos si nos había gustado, recordarnos que no teníamos obligación de comprar y advertirnos que había comida gratis a nuestra disposición. Esto lo hizo como tres veces. Las botellas estaban empaquetadas en cajas con lo cual no había opción a estampanarle una en la cabeza para que dejase de sufrir.

Finalmente, ya en su coche y con los vinos nuestros y de ellos cargados en el maletero, pusimos proa a Nantes sin más sobresaltos. Fiel a lo que esperábamos de ella, cuando al despedirnos cogí nuestra caja, Teguesa saltó con un enérgico "¡No, no, no, no, no!" pretendiendo que me estaba equivocando de lote viéndonos Santiagó y yo en la obligación de demostrarle que no, que no era como ella decía. Estoy un poco preocupado porque nos ha propuesto un montón de planes a cual más desesperante, a saber, ir a verlos a su casa de la playa, que me acerque a comer/cenar con ellos en julio porque se ha enterado de que estoy solo, en fin que me veo escribiendo "Acosado 2".

Al día siguiente decidimos ir a la playa. Bueno, "decidimos" no se ajusta fielmente a la realidad, yo quería, P lo aprobó y a los hijos no les quedó otra para su disgusto y desesperación. Aunque la mañana empezó con un chubasco tan corto como intenso, finalmente el sol se impuso y marchamos a la playa de Le Croisic, la misma de la última vez. En esta ocasión no hubo lugar al baño pero bueno, allí estuvimos tumbaditos en la arena, leyendo y mirando el mar. Tras cinco horas sin conexión a internet los niños habían adquirido un tono macilento y empezaban a experimentar sudores fríos y temblores incontrolados y como hacía un poco de fresco optamos por levantar el campo y visitar el Musee du Grand Blockhaus, que viene a ser uno de los bunkers del célebre "Muro Atlántico", defensa alemana en la guerra, que quedó intacto y en el que han colocado una colección de efectos militares, armas, uniformes, etcétera de cuando los teutones andaban por allí. El "museo" no vale mucho pero tenía la gracia de que un veterano condecorado te contaba sus batallas, nunca mejor dicho. Las contaba en un francés cerrado que ni Guillermo ni yo pudimos entender limitándonos a asentir con la cabeza, sonreír y largarnos corriendo cuando el tono de la frase fue de terminar la historia.

El museo del Blockhaus. Aquí en su tiempo había soldados alemanes como esos de las películas

No deja de sorprenderme cómo cuentan los franceses la Segunda Guerra Mundial. Por alguna razón se consideran vencedores cuando lo cierto es que huyeron como conejos y se rindieron como unas nenas a las primeras de cambio. Lo que vino después fue el esfuerzo de guerra fundamentalmente de británicos y americanos pero ahí los tienes, apuntándose en la lista de vencedores y presumiendo de sus hazañas bélicas.


Españoles de la compañía 9 de la División Leclerc que, pertrechados con equipo americano y junto a los belgas, entraron en París en 1944. Al contrario que aquellos luego no tuvieron donde volver con lo cual se quedaron.
Aquí en el Blockhaus hablan mucho de la "liberación del Loira". Al parecer los americanos, tras desalojar a los alemanes de Nantes, decidieron que Saint Nazaire y el Loira les pillaban muy a desmano para Berlín con lo que pasaron de los alemanes de la zona. Estos que venían en una gloriosa marcha tipo "marica el último" huyendo de la refriega de Normandía, se hicieron fuertes en Saint Nazaire, confiando en que les ofreciesen unas mínimas condiciones para entregarse y así poder volver vivos a sus casas con sus familias (los alemanes también son personas). Más o menos eso fue lo que pasó. Algunas de las unidades francesas del ejército americano se vinieron por aquí, hubo un par de escaramuzas que justificaron condecoraciones y actos conmemorativos y los alemanes se rindieron y volvieron a sus casas y los franchus tuvieron su victoria. Todos contentos.

El fin de fiesta lo tuvimos en Guerande, donde se celebraba una fiesta medieval con gente disfrazada y gaiteros, una cosa muy curiosa. Hice fotos y vídeos pero creo que no los voy a poder poner por la cosa del Apple y el PC.

5 comentarios:

  1. Ay, A, lo que me río con tus crónicas. Y lo que admiro tu paciencia con plomos, bordes e inadaptados. Otro cualquiera pondría mil y una excusas, o simplemente no contestaría, a la siguiente invitación de Teguesa. Que apostamos a que tu vuelves a quedar con esta pareja de ciudadanos?

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  2. Es que la pregunta es inevitable...¿¿¿qué les das????

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  3. Mi deslumbrante sonrisa, mi personalidad arrolladora, mi charme, mi savoir faite... En suma mis naturales cualidades.

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  4. Savoir faire, quería decir savoir faire, es que los verbos franceses son un lío.

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  5. A mí me surge una pregunta. ¿Cómo es posible que mi sistel haya entablado amistad con una sexagenaria pesada? Si tal cosa fue voluntaria, es otro signo inequívoco del calentamiento global (que como todo el mundo sabe, es culpa de Zapatero)

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