Vistas de página en total

domingo, 29 de mayo de 2011

De fiesta en el pueblo

Una cosa que no deja de sorprenderme de Nantes es lo celebrados que son sus habitantes. A la que llega un poco de buen tiempo ahí los tienes a todos en la calle de charleta y haciéndose unas tomas. Hay que reconocerles a los gabachos que saben disfrutar de la vida. Esta semana hay bastante follón porque la comunne ha traído un espectáculo callejero de Guadalajara (México) que se llama Royal de Luxe.(http://nantes.fr/culture/actualites-culturelles/2011/xolo_royal_de_luxe/xolo_samedi_ng). El espectáculo consiste en tres marionetas de proporciones gigantescas, el perro Xolo, La niña y El campesino. Dicho así parece una chorrada pero vistas al natural resultan impresionantes. Las marionetas están asociadas a unos vehículos pero el movimiento que les da apariencia bastante real es manual y lo consiguen un grupo de operarios que acompañan al muñeco y que van tirando de cuerdas diversas. Particularmente impactante me ha parecido El campesino cuyas piernas, creo que eran las piernas, requerían que parejas de operarios saltasen agarrados a unas cuerdas en intervalos de tiempo fijos.


El tema resulta muy curioso porque todo era muy mejicano y a la vez muy nantés. Mejicano porque vienen de  México, porque los muñecos tienen cara de indios mejicanos y porque el perro es de una raza de México y ojo porque en México hay más razas de perro que el chihuahua. Nantés porque el espectáculo está directamente emparentado con Las machines de l'ille y todo ello sugiere el mundo de Julio Verne, la gloria local.


La exhibición se completa con "un trozo de muro que cayó del cielo", un artefacto de cartón-piedra que simula a la perfección un trozo de una fachada empotrada en el suelo de la Pace de la Burse y que por el otro lado contiene un mural pintado en un estilo muy mejicano con retazos de México y de la historia de Nantes. Muy bonito y muy curioso.

El muro que cayó del cielo

A todo esto hay que decir que Nantes estaba abarrotado de gente, no cabía uno más. Yo creo que no sólo eran nanteses sino que habían venido de las pedanías, aquí no somos tantos.

Como sigue haciendo un tiempo estupendo hemos terminado la tarde haciendo una toma en una terracita de la Ille de Nantes con Mónica y Javier, a los que hemos encontrado por la calle, no sin antes ver pasear al elefante, más pequeño que las marionetas mejicanas pero pensado para transportar gente.

El elefante de la isla en acción

Y como me ha gustado pues voy y lo cuento.

sábado, 28 de mayo de 2011

Fin de semana de cata y playa

Los franceses no saben lo que es la famosa "pertinaz sequía" por dos razones, una porque aquí los discursos de Franco sobre el tema no llegaban y dos porque en general llueve. El caso es que debe hacer lo menos mes y medio, si no más, que no cae más agua que la de la ducha y que disfrutamos de unos hermosos cielos azules, un sol radiante que en esta época del año trabaja hasta tarde y unas temperaturas suaves que alcanzan entre 20 y 24 grados durante el día y tienen el detalle de bajar a 11 por la noche. En resumen, que con semejante tiempo es prácticamente obligado hacer planes de campo y playa porque no sabemos lo que durará esto. Cierto es que los franchus empiezan a preocuparse y a hacerse cruces porque se les seca el césped y se les adelanta la maduración de las hortalizas que entran así en competencia directa con la producción des cochons espagnols (auguro nueva oleada de ataques a los camiones españoles) pero vaya, que a mi me da un poco igual. Por todo que digo, el fin de semana  pasado tuvimos plan extramuros.

La primera parte del plan procede de una amistad que se echó P en el punto verde entre reciclado y reciclado de residuos urbanos. La amistad en cuestión es una dama sexagenaria que se llama Teresse y que se identifica como Teresa, en español, aunque ella dice Teguesa. Teguesa es profesora de español, al parecer da clases a adultos que están interesados, más que por el idioma que al parecer manejan bastante bien, por la actualidad, la historia y la cultura de nuestra tierra. Teguesa es una individua atorrante, nerrrviosa, listiiiiisima... Dan ganas de matarla cada poco. El marido de Teguesa se llama Jacques, si bien ella insiste en presentarlo como Santiago, pronunciado en este caso Santiagó. Santiagó es todo lo contrario que su santa, un tipo afable y tranquilo, que entiende bastante el español aunque apenas lo habla; es un señor enormemente culto que sabe más de la historia de España que yo y de la actualidad ni te cuento. Impresionante.

La primera sesión con Teguesa y Santiagó fue un día que nos invitaron a cenar a su casa. La segunda fue cuando les correspondimos invitándoles a la nuestra, que les cocinamos el típico "pack ibérico" consistente en tortilla de patatas, jamón y paella. Ya por entonces Teguesa empezaba a sobreponderar mis hechos culinarios  (la paella) ningunear los de P (la tortilla). Como no hay dos sin tres, Teguesa decidió que era interesante para nuestra educación (se ha impuesto educarnos como meta en su vida) invitarnos a una cata de vinos en una bodega de la pedanía. Como nos avisó con dos meses de antelación no hubo manera de resistirse. Para hacerse una idea de como es la individua baste decir que las dos últimas semanas nos estuvo llamando cada tres días para confirmar la cita. Más tarde confesaría que la cadencia de las llamadas correspondía a un plan trazado con meticulosidad, aunque no entendí si el propósito del mismo era anular cualquier vestigio de resistencia por nuestra parte o simplemente cabrearnos.

El día D se presentaron a las siete de la tarde, con puntualidad paranoica, Teguesa y Santiagó, a recogernos en su coche. "Hemos quedado también con unos amigós, espego que no os impogte, ¿no os impogta, vegdad? Pego eios van en su coche, sí eso, en su coche pogque en este no cabemos todós" Esto nos lo dijo unas cuatro veces, además de todas las que nos lo había anunciado con anterioridad por teléfono. El punto de encuentro con los amigós estaba a menos de 1 Km de nuestra casa con lo cual estábamos allí a las 19:03 tras una demostración de la más genuina conducción "a la francesa" por parte de Santiagó quien, a la sazón, utiliza un audífono. No digo nada y lo digo todo. Los amigos, cuyos nombres ya no recuerdo, eran una pizpireta parejita que entre los dos sumaban no menos de 130 años. El me recordaba un tanto a Jason Robards, un actor americano cuyo nombre todos ignoramos pero que sale en infinidad de películas haciendo de malote y a ella parecía que le habían metido un palo por el culo, por la expresión de la cara mayormente.

Jason Robards. Hacía de malo en "Filadelfia", por ejemplo

Ya todos juntos fuimos en caravana hasta una bodega situada al sur del Loira, no muy lejos de Nantes a decir verdad y dedicada a la producción de Muscadet, el vino local que a mí particularmente no me apasiona. Por lo que voy viendo es relativamente corriente que los franceses con un terrenito se dediquen a plantar viñas y fabricar vino. Va a ser por eso que su consumo es tan popular, prácticamente tanto como la cerveza. Probablemente también contribuye esta circunstancia a que se les conozca mundialmente por el asunto vinícola (además de por los porculos que son).

La bodega a la que fuimos se llama Château de la Bourdinière y la regenta una pareja que responden por Pierre y Chantal Lieubeau. Así de primeras nos estuvieron enseñando un poquito las vides que había allí a la entrada del château. Los franceses atendían a las explicaciones con gran interés, tal y como suelen hacer en todas las actividades culturales a las que asisten. El bodeguero, Pierre, explicaba cosas sobre el cultivo, los parásitos,

Chantal y Pierre Liubeau, simpáticos bodegueros

cómo deben estar las flores en cada época del año que este al parecer van adelantadas dos semanas... Yo no tenía ni idea de como son las flores de las que luego salen las uvas. Las encontré bastante feas. A todo esto Teguesa intentaba desesperadamente que lo pasásemos bien, aunque ignoro que entiende ella por pasarlo bien. Constantemente nos preguntaba si entendíamos lo que decían unos y otros y a todo el que se cruzaba en nuestro camino le explicaba que éramos españoles y que nos tenían que hablar clarito. Podríamos haberla estrangulado allí mismo y seguro que el marido nos hubiese jaleado pero no creo que nos hubiesen permitido terminar los franceses, que se ponen muy nerviosos con la violencia.

Tras la explicación nos invitaron a entrar en la sala que tenían preparada con unas mesas cubiertas con manteles y unas sillas. Nos repartieron unas hojas en las que aparecía la lista de vinos a catar con el correspondiente espacio para realizar anotaciones y otras en las que podías encargar cuantas botellas quisieras de cada vino probado. Teguesa se ocupó de organizar la mesa nuestra en plan chico-chica de manera que yo terminé sentado con ella a mi diestra, la periquita sexagenaria a la izquierda y P enfrente, flanqueada por los dos chavalotes que hicieron la mili en la División Leclerc. Para facilitar la ingesta de vinos se acompañaba la cata con una degustación de platos variados que se anunciaba en un libretillo con todo lujo de detalles sobre la composición y preparación de los mismos de manera que parecía que realmente ibas a comer algo. El caso es que al tercer vino nos dieron una almeja, proporción que se mantuvo toda la velada con las demoledoras consecuencias sobre el estado de ánimo y la moral de la concurrencia que uno se imagina fácilmente.

Unos colegas de la Divisón Leclrec (1944)

Teguesa a mi vera preguntaba insistentemente que si nos gustaba aquello. A la cuarta o quinta vez ya le dije que si quería la respuesta por escrito y que ya dejase de preguntar. También insistía en que no teníamos obligación de comprar nada. Le habría dado un botellazo. A todo esto insistía en tocarme, ya me lo dijo P, "que a esta le pones, que te toca mucho y te pone mucho la manita en el hombro". "En el hombro y en la pierna, que eso tú no lo has visto" contesté y yo me acordaba de "La venganza de don Mendo" y de esa pregunta "¿Mendo, qué les das?" y veía al desalmado J preguntando algo similar en el blog para mayor escarnio de mi persona. Teguesa empleaba las energías restantes en afear la conducta a Santiagó que tenía que conducir y apuraba cada copa de la cata hasta la última gota. De hecho creo que tuvieron un forcejeo con una copa que finalmente Santiagó consiguió salvar y ensilarse.

Siete vinos más tarde se acabaron las probatinas y se levantó la disciplina de estar sentado a la mesa con el anuncio de comida gratis. Lo de la "comida gratis" es algo que enardece al personal en general y los franchus no son una excepción y como además nos habían hecho pasar bastante hambre, todo el mundo se abalanzó sobre unos patés y unos cestos de pan que los bodegueros habían distribuido en unas grandes mesas con la idea, un tanto naif, de que la gente hiciese cola delante de las mismas. Teguesa y sus amigos también. Nosotros preferimos dar una vuelta por el local y comprar unos vinos que nos habían gustado para así hacer tiempo hasta que bajase la afluencia de personal sobre los comestibles. Mientras hacíamos cola para comprar Teguesa se llegaba a nosotros una y otra vez para preguntarnos si nos había gustado, recordarnos que no teníamos obligación de comprar y advertirnos que había comida gratis a nuestra disposición. Esto lo hizo como tres veces. Las botellas estaban empaquetadas en cajas con lo cual no había opción a estampanarle una en la cabeza para que dejase de sufrir.

Finalmente, ya en su coche y con los vinos nuestros y de ellos cargados en el maletero, pusimos proa a Nantes sin más sobresaltos. Fiel a lo que esperábamos de ella, cuando al despedirnos cogí nuestra caja, Teguesa saltó con un enérgico "¡No, no, no, no, no!" pretendiendo que me estaba equivocando de lote viéndonos Santiagó y yo en la obligación de demostrarle que no, que no era como ella decía. Estoy un poco preocupado porque nos ha propuesto un montón de planes a cual más desesperante, a saber, ir a verlos a su casa de la playa, que me acerque a comer/cenar con ellos en julio porque se ha enterado de que estoy solo, en fin que me veo escribiendo "Acosado 2".

Al día siguiente decidimos ir a la playa. Bueno, "decidimos" no se ajusta fielmente a la realidad, yo quería, P lo aprobó y a los hijos no les quedó otra para su disgusto y desesperación. Aunque la mañana empezó con un chubasco tan corto como intenso, finalmente el sol se impuso y marchamos a la playa de Le Croisic, la misma de la última vez. En esta ocasión no hubo lugar al baño pero bueno, allí estuvimos tumbaditos en la arena, leyendo y mirando el mar. Tras cinco horas sin conexión a internet los niños habían adquirido un tono macilento y empezaban a experimentar sudores fríos y temblores incontrolados y como hacía un poco de fresco optamos por levantar el campo y visitar el Musee du Grand Blockhaus, que viene a ser uno de los bunkers del célebre "Muro Atlántico", defensa alemana en la guerra, que quedó intacto y en el que han colocado una colección de efectos militares, armas, uniformes, etcétera de cuando los teutones andaban por allí. El "museo" no vale mucho pero tenía la gracia de que un veterano condecorado te contaba sus batallas, nunca mejor dicho. Las contaba en un francés cerrado que ni Guillermo ni yo pudimos entender limitándonos a asentir con la cabeza, sonreír y largarnos corriendo cuando el tono de la frase fue de terminar la historia.

El museo del Blockhaus. Aquí en su tiempo había soldados alemanes como esos de las películas

No deja de sorprenderme cómo cuentan los franceses la Segunda Guerra Mundial. Por alguna razón se consideran vencedores cuando lo cierto es que huyeron como conejos y se rindieron como unas nenas a las primeras de cambio. Lo que vino después fue el esfuerzo de guerra fundamentalmente de británicos y americanos pero ahí los tienes, apuntándose en la lista de vencedores y presumiendo de sus hazañas bélicas.


Españoles de la compañía 9 de la División Leclerc que, pertrechados con equipo americano y junto a los belgas, entraron en París en 1944. Al contrario que aquellos luego no tuvieron donde volver con lo cual se quedaron.
Aquí en el Blockhaus hablan mucho de la "liberación del Loira". Al parecer los americanos, tras desalojar a los alemanes de Nantes, decidieron que Saint Nazaire y el Loira les pillaban muy a desmano para Berlín con lo que pasaron de los alemanes de la zona. Estos que venían en una gloriosa marcha tipo "marica el último" huyendo de la refriega de Normandía, se hicieron fuertes en Saint Nazaire, confiando en que les ofreciesen unas mínimas condiciones para entregarse y así poder volver vivos a sus casas con sus familias (los alemanes también son personas). Más o menos eso fue lo que pasó. Algunas de las unidades francesas del ejército americano se vinieron por aquí, hubo un par de escaramuzas que justificaron condecoraciones y actos conmemorativos y los alemanes se rindieron y volvieron a sus casas y los franchus tuvieron su victoria. Todos contentos.

El fin de fiesta lo tuvimos en Guerande, donde se celebraba una fiesta medieval con gente disfrazada y gaiteros, una cosa muy curiosa. Hice fotos y vídeos pero creo que no los voy a poder poner por la cosa del Apple y el PC.

sábado, 21 de mayo de 2011

Acosado

Yo creo que ya he contado que vivo en un apartamento en Nantes. Es que en mi experiencia en Bélgica aprendí muchísimas cosas, entre ellas que odio a muerte la jardinería. Desde entonces, para sorpresa de propios  y extraños, cuando llego a una ciudad nueva y el agente de relocation de turno me pregunta por el tipo de casa que buscamos yo siempre dejo muy claro que un apartamento en un núcleo urbano y sin jardín privado, sobre todo sin jardín privado. No es para menos. Los que no habéis conocido mi casa en Ham (Bélgica) quizás no sepáis que la casita tenía un jardín frontal con todo tipo de setos y setitos y muchas, muchísimas hortensias. En la parte posterior había una simpática pradera de no menos de 1000 metros cuadrados también salteada de setos, rosales y plantas varias. Cuidar aquel parque temático de la jardinería me supuso sábados enteros de tareas agrícolas, las hortensias le costaron una lumbalgia a mi madre y en general los nervios y unos cuantos sabañones a todos. Por más que se trabajaba en el puto jardín nunca jamás estaba bien. Recuerdo particularmente un árbol grande de hoja caduca, no acierto a decir si era un roble o un haya, cuyas ramas se extendían sobre la pradera en cuestión y que tenía como gracia principal la de empezar a soltar hojas a mediados de septiembre y no dejarlo hasta bien entrado diciembre. Las putas hojas tenían que ser retiradas porque de lo contrario se pudrían sobre el césped y se lo cargaban. Uno se podía pasar hora y media con el rastrillo retirando hojas y metiéndolas en sacos para que el jodido arbolito lo volviese a dejar todo igual en el mismo tiempo. Finalmente optamos por contratar unos jardineros. No diré lo que le pagaba al jardinero pero sí que el tipo conducía un Porsche Cayenne que había elegido entre otras cosas, porque le entraba bien la herramienta en el maletero. Definitivamente los jardines no son para mí, prefiero vivir sin barbacoa si a cambio no tengo que cuidar un jardín.

Igualito que este el del jardinero. Por cierto, combinaba esa actividad con  la de mozo de laboratorio

En Nantes no hay jardín privado, hay uno comunal en el que jamás se ve a nadie porque el edificio se sitúa junto al Val de Chezine, un inmenso parque muy agradable que comunica con el parque Procé, más pequeño pero mucho más ajardinado. Es un gusto porque se pueden correr unos cuantos kilómetros sin ver ni oír un coche. Mi apartamento tiene dos plantas, la de abajo donde están el salón, la cocina y alguna cosa más y la de arriba donde se ubican los dormitorios. Hace poco han empezado a pasar cosas que yo calificaría de bastante francesas.

El Val de Chézine (izquierda) y el Parc de Procé (derecha), los dos junto a mi casa

La primera fue que se me presentó en casa un señor de cierta edad, con buena planta, capaz de comunicarse en un inglés bastante aceptable. El señor me explicó que tenían que hacer unas pruebas de ruido, lo cual me sonó bastante francés, porque los propietarios tenían un contencioso con la constructora (esto ya sí que es muy francés), porque sospechaban que se habían dejado zonas del edificio sin aislamiento (y esto ya sí que es definitivamente y sin lugar a dudas arrolladoramente francés). Como el hombre era agradable, correcto y jubilado, estuvimos charlando un rato. Yo sobre todo quería asegurarme de que la fuente de ruido no éramos los cochons espagnols, cosa que me quedó meridianamente clara: era la típica paranoia francesa de "oigo el ruido que hace el agua al caer por las cañerías". El caso es que a la vuelta de unos días y en el horario que mi vecino me había indicado, se me presentaron en casa varios individuos, incapaces de comunicarse en inglés en absoluto. La comitiva la componían un representante de los vecinos, un representante de la constructora, un ingeniero y un operario que iban a varios pisos a realizar el test pertinente. El test consistía en que te ponían en dos o tres sitios una curiosa máquina de hacer ruido, artefacto consistente en una suerte de árbol de levas conectado a unas bielas que en lugar de comprimir cilindros, martilleaban el suelo haciendo un ruido muy notable pero sin cargarse las baldosas. Curiosísimo. Hicieron trabajar al artefacto aquel en varios puntos y se fueron y tal día hará un año.

El cuchon de Bretagne, orgullo regional, y el gorrino pata negra, gloria de las artes y las letras (y bastante mejor)

La segunda fue ayer mismo y comenzó también por cuenta del ruido. Me había vestido yo de impenitente devorador de millas y me disponía a salir a correr cuando sonó el timbre. Pero sonó verdaderamente, se quedó pillado y sonando. Abrí la puerta y me encontré a una individua de unos treinta y pocos años, en una postura así como cóncava, que me sugería los diálogos de Faemino y Cansado. Pelito corto, camiseta, pantalón corto estampado, calcetines, un cierto aire "monjil". Feuchina. Me pareció un fenototipo muy francés. Bien, el caso es que me empezó diciendo que es que cerrábamos la puerta con mucha energía y que retumbaba su pared ¿qué me dice usted, señora? (en francés es muy fácil tratarse de usted). Me insistió en el tema y para que me enterase cerró mi puerta con unas energías que me sugirieron que de pequeña se debía haber caído en el puchero de la Poción Mágica. Abro la puerta, sigue insistiendo, le presento mis excusas, le explico que la puerta cierra regular nada más si no se aplica un poco de energía y le doy mi palabra de que pondremos más cuidado en lo sucesivo. Inasequible al desaliento me hace entrar en su casa y vuelve a dar un portazo en la mía para que vea como retumba el cuadro de su pared. Me voy calentando y a punto estoy de decirle que si se le cae al suelo semejante mierda casi le hago un favor pero me reprimo y le repito las excusas y el argumento mientras consigo nuevamente abrir la puerta de casa. En este momento empieza a decirme que claro, que ella sabe que los españoles somos más ruidosos, que somos más alegres... Yo le habría explicado que si las nacionalidades se adjudicasen en función de la ruidosidad mi apellido sería Gustafson o algo así pero mi francés no da para tanto y además no tenía ganas de conversación. Ella siguió argumentando y dijo que claro, nosotros nos acostábamos muy tarde y que los franceses se van a dormir temprano, señora, en esta casa los niños se recogen a las 22:30 y los mayores una hora más tarde, no me joda, pero es que os levatais a las seis, señora a las siete y nunca bailamos zapateados antes de medio día porque la pandereta y la guitarra no están "finas" hasta esas horas. En este momento ya había empezado a tocarme, concretamente me ponía la mano sobre el pecho. En estas entró en escena Guillermo. Le empezó a preguntar por el colegio, se congratuló mucho con que fuese Blanche de Castille porque al parecer ella es antigua alumna y comenzó con una demostración de la altura de falda que se permitía en el colegio en sus tiempos a base de tirarse del pantaloncito hacia abajo. Yo creo que la demostración la repitió unas cuatro veces, no sé si para enseñarme el culo o porque pensaba que no lo entendíamos, como si nos importase un carajo la altura de sus faldas juveniles. El jodío del Guillermo se largó aduciendo deberes pendientes. Yo me quedé allí aguantando el repertorio, que si le encantan los españoles, que si podíamos comer juntos, que si ella piensa casarse con un hombre español porque los franceses son muy sosos. Y venga a ponerme la mano encima y yo acordándome de "Atracción fatal", Strauss-Kahn y las películas porno que he visto a partes iguales (esto último porque la situación insinuante de la pava me recordaba a los argumentos de las películas X) y sin encontrar un final para aquella conversación imbécil. La vecina, no lo he dicho, me pareció que desprendía un cierto olor a bebida blanca, probablemente ginebra, lo cual explicaba quizás una parte de su comportamiento. Finalmente encontré un resquicio en la conversación que me permitió dar las buenas noches y largarme al interior de mi casa no sin antes hacerme darle cuatro besos por más que la costumbre en Nantes sea uno. La cosa fue así: Yo le tendí la mano, ella la agarró y tiró de mi, un beso e intento retirarme, lo de la costumbre local que he dicho, pero ella gira la cara rápidamente para el segundo, - será de fuera - me digo, rápida maniobra y el tercero ¿se dan tres en el sur de Francia? y al cuarto ya alejé la cara intentando frenar sus progresos. ¡Joder con el vecindario!

Yo sí que me veo de Michael Douglas pero la vecina no se parecía a Dame Mor ni por el forro

sábado, 14 de mayo de 2011

A casa por vacaciones

Hola a todos. Hace ya unos cuantos días que no dejo nada nuevo en este mi humilde blog pero se debe, como buena parte de la pequeña pero fiel parroquia sabe, a que he estado de vacaciones en Madrid donde carezco del soporte técnico que esta modalidad literaria requiere así como del tiempo que igualmente se precisa para hacer este o cualquier tipo de literatura. Ya estoy de vuelta, centrado y organizado así es que vuelvo a las buenas costumbres.

Mi pueblo y París. Un aire de familia sí que se dan.

Pues como contaba, me he pasado una semana en mi pueblo tras cuatro meses de ausencia. Ha sido breve pero intenso, como corresponde a los emigrantes pijos. Y es que esto de la emigración ha cambiado mucho. Antes, en los 60 y 70, la gente se iba porque no había otra, se marchaban a trabajar a las fábricas de la pudiente Europa dejando atrás a su pobre patria quasi-tercermundista y con ella a familia y amigos con los que tenían contacto de tarde en tarde y por el correo ordinario. Cuando conseguían ahorrar podían plantearse un viaje a casa a ver a los familiares y a presumir de lo bien que les iba en Francia, Suiza, Alemania… Nada que ver con lo de ahora que uno puede mantener contacto habitual con cualquiera y por diversos medios incluida la videoconferencia. Siendo así es todavía más inexplicable que esos viajes a casa se conviertan en una especie de maratón en el que tienes que ver a todo el mundo pero el caso es que así ocurre. ¿Y qué cosa hay más genuinamente española que ver a los seres queridos delante de un plato de comida o una bebida o las dos cosas? Pues verdaderamente ninguna o muy pocas y como uno es lo que es no merece la pena resistirse. Paso a relatar mi semana loca:

El viernes aterricé en Madrid y cené con P y las criaturas, la calma que precede a la tempestad. El sábado, tras ser despertado por el autobús a la ocho,  me cogí a los niños y marchamos a comer con mis padres y mi hermana menor en un vano intento de aliviar la sensación de mal hijo que de forma inevitable e irracional me produce el hecho de haberme ido a vivir lejos de ellos y varios conflictos más de los que prefiero no hablar porque carecen de gracia y al final voy a parecer un espíritu atormentado en lugar del ser de luz que realmente soy.

Tras la comida familiar y después de conocer la nueva keli de mi hermana menor, cenuqui con amigos de Serono. Un lugar muy majo, elegido por Manolo, que se llama “Algún lugar” y que nos salió más barato porque con estas cosas de la crisis hay descuentos para todo y en este salió de algo llamado www.eltenedor.es

 Domingo. Discreto tráfico que me despierta a las ocho. Con gran habilidad consigo fijar una cita mañanera con J para una cerveza de 12:45 a 13:30. Nos vemos, nos besamos, nos encontramos ideales mutuamente, comentamos lo bien que se está en los bares gracias a la ley antitabaco (según J lo único decente que han hecho los socialistas) y a las 13:30 nos despedimos con puntualidad suiza. Por la tarde paseo por el centro de la ciudad con cuñados y sobrino putativo (es que me gusta más decir “putativo” que “político” aunque no sea exactamente lo mismo).

Lunes. Festivo en Madrid. Discreto tráfico que me despierta a las ocho y media. Compra de algunos elementos básicos en el Hipercor del Campo de las Naciones (mi segunda casa hasta que fuera desplazado por la T4 del aeropuerto de Barajas) y, tras la comida, un largo, largo café con los padres de Angel. Angel es un excompañero de colegio de mi niña que se va a venir a pasar unos días a Nantes con nosotros a instancias mías y claro, los padres consideraron oportuno que nos conociésemos, entiendo que para comprobar que somos gente normal y no unos psicópatas asesinos o una secta satánica. Soy incapaz de recordar lo que hice por la noche, creo que la familia de P estuvo en casa.

Martes. El jodido camión de la basura y millones de coches me despiertan a las siete y media. Salgo de casa temprano y voy a mi cita con una head hunter que me ha venido hablando de un puesto en Madrid que no me convence mucho pero vaya, que el tiempo del no siempre es otro. Un par de horas de entrevista y comida con F. Nos vemos, nos besamos, nos encontramos un poco gordos mutuamente y además de ponernos morados, nos cogemos un ciego de cervezas y ballantines gon gogagola y nos despedimos afectuosos con promesa de cenar el viernes con J. F me deja en Callao donde he quedado con mis hijos para ir al cine ¿y qué película ven un padre y sus dos hijos de 11 y 15 años? Naturalmente “Torrente 4”, una obra educativa, edificante, arte y ensayo. Juro que la película la eligieron ellos y además les encantó. A mí también, claro. De vuelta a casa vimos el furbo. Mi suegro se suma a la fiesta.

Miércoles. Una hábil acción conjunta del camión de la basura y el autobús me despiertan a las siete y media de la mañana. Salgo de casa algo menos temprano que el día anterior pero dejando el equipaje hecho porque a las tres y media de la tarde viajo en tren a Pamplona. Me blanqueo los dientes. Según P es mi regalo de cumpleaños. Salió más barato de lo habitual gracias a otra de esas ofertas de internet que abundan en estos tiempos de incertidumbre. Por la noche cenorra en Pamplona con mis amigos de allí. Nos besamos, nos encontramos divinos y consumimos cantidades inmoderadas de comida y alcohol. Todo muy saludable. Me alojo en casa de Santi y Paula quién además me hace de choferesa. Casi una experiencia religiosa lo de Paula y su coche nuevo de seis velocidades.

Jueves. Tras cinco horas de sueño amenizadas por los cánticos poderosos del joven Joaquín Navas Serrano, vástago primogénito de Paula y Santiago y sin duda gran promesa de la lírica española, me voy a que el tío de Paula me haga la declaración de ingresos a la Hacienda Foral de Navarra, que el año pasado me cobró unos pocos de miles de euros más de los que correspondía (cabrones). Paseo por Pamplona y tren a Madrid a las 14:30 donde llego a las 17:40. Como P me ha abandonado por un antiguo jefe suyo que tenía ella y con el que ha quedado para tomar café con mojicones, decido cruzar a pie por El Retiro para coger el 28 en O’Donell. En el camino descubro que no se me ha quitado la alergia misteriosamente como yo creía, sigue ahí la hija de puta, y que el Paseo de La Chopera, donde otrora me dedicase yo a montar en bicicleta, ha desaparecido y se ha convertido en el bosque de no-sé-qué. Por fin en casa, caigo derrengado en el sofá hasta la llegada de mi suegro que les ha cogido mucha ley a su hija y sus nietos. Un par de cuñados se suman a la fiesta.

Pamplona y sus tipismos. Lo del cura es de diario, lo de las chicas manifestándose es una vez al año y además son extrajeras

Viernes. Una horda de conductores enloquecidos persiguiendo un autobús me despiertan a las siete y media de la mañana lo que me permite desconectar el despertador una hora antes de que suene. La necesidad de madrugar viene de que he quedado con Diana para tomar un café con su correspondiente mojicón que en mi caso es un croissant lo que me hace sospechar que me he afrancesado más de lo que estoy dispuesto a admitir. Nos vemos, nos besamos, ella me ve a mi más delgado, yo a ella más juvenil, nos contamos nuestras cosas y nos vamos. Cuando de regreso, me dispongo a entrar en el garaje, me encuentro con P que va camino de la Junta Municipal de Distrito a resolver temas de coches. Me ofrezco a llevarle lo que deriva en un viaje a la junta de San Chinarro donde por fin conseguimos aclarar el barullo administrativo derivado de la expatriación del coche pequeño. A continuación nueva visita al Hipercor del Campo de las Naciones para que P compre una silla de playa que está de oferta y que en Nantes no las ha visto. Más tarde me engancho a Guillermo y nos vamos a buscar a mis progenitores para ir los cuatro al restaurante Tao en Moraleja Green a comer comida oriental. Todo muy rico y abundante. Padres a su casa, niño a la suya y yo a quemar la noche con F y J que me recogen a las 21:30

F, J y yo nos besamos otra vez (nos ha dado por eso) y ya sin encontrarnos nada de particular y pasando de prolegómenos nos vamos a cenar en Paulino de Quevedo. Me gustó, todo muy rico y abundante, acompañado por un Matarromera crianza  de 2007 que este par de asnos no supieron apreciar pero que yo encontré estupendo. Con la sensibilidad ya perdida en la mayor parte del cuerpo nos desplazamos a Honki Tonk, un clásico de la noche madrileña donde siempre, siempre ha habido gente de nuestra edad y mira que hace más de veinte años que vamos por ahí, aproximadamente la edad de los dos pedazos de pivones que atendían la barra. Dres gindoniscs bas darde nos vamos a casa no sin los preceptivos besos de despedida y exaltación de la amistad.

Sábado. Una carrera de autobuses con escape libre y camiones de basura me despierta a las ocho de la mañana, acabaré por cogerle afición al tema. Mal que bien consigo dormitar hasta las nueve, momento en que nos levantamos, cargamos el coche y emprendemos, a eso de las doce y cuarto, el camino de regreso a Nantes donde llegamos a las once y media.

Domingo. Afortunadamente han terminado las vacaciones. El primer síntoma es que me despierto a las diez y media por propia iniciativa y escucho los pájaros que pueblan el parque que tengo junto a mi casa. Durante la mañana me voy a correr por el parque en cuestión. Después preparo un arroz con verduras para descansar de tanta grasaza y atormentar a los hijos. Decido que voy a ir haciendo un poco de vida sana, mayormente para ir haciendo hueco para la próxima visita al pueblo que calculo será en julio.

Este es un rito que se repite cuando te vas a vivir fuera. Es agradable ver a la gente, apetece y se disfruta el momento pero ciertamente es físicamente duro y además siempre quedas fatal con alguien. En fin, c’est la vie.

NOTA: Lo escribí ayer pero Blogger estaba bloqueado y no lo he podido publicar hasta hoy, que conste.